OPINIÓN
Nuestro drama
JUAN PABLO BEAS. Periodista
El periodismo, más allá de la deslegitimación que muchos poderes intentan conferirle, sigue siendo el más certero plasmador de la definición de los tiempos que pasan y de lo que nos pasa.
La catástrofe artística y social de París, el incendio que consumió gran parte de la catedral de Notre Dame, ha ocupado páginas y páginas de reflexiones, ponderaciones y miradas múltiples.
Pero fue el diario Liberátion quien consiguió plasmar lo allí vivido con un solo cambio de letra. Notre Drame (nuestro drama), una erre que transformó el nombre de la catedral en un sentimiento compartido. Una especie de metonimia que supo sintetizar como nadie la emoción que sumergió a la sociedad francesa al ver caer uno de sus símbolos colectivos.
El periodismo siempre será el medio más eficaz para conocer y, especialmente, para comprender las historias que nos suceden.
En otro orden de cosas, en una sociedad plagada de momentos terroríficos, que vemos continuamente en los medios de comunicación y allá donde queramos buscar, resulta significativo el tremendo impacto que ha producido el incendio en la catedral francesa.
La cultura es, quizá, uno de los valores humanos que ha conseguido con mayor firmeza traspasar los tiempos, transmutando y adecuándose a la gente y a su historia, erigiéndose como catalizador de ideas y conceptos que cohesionan y confirman a las sociedades.
Cuando un elemento artístico tan destacado, más allá de su carácter simbólico o su origen o finalidad, cae ante nuestros ojos sentimos que una parte de nuestra conciencia compartida se difumina.
Si algo consigue el arte y la cultura es unir gentes y sociedades. Al instante, casi sin tiempo para que el templo artístico descansara de las llamas, las redes se inundaron de nuestras fotos en el viaje que hicimos a París.
Mostramos nuestro apoyo así: viéndonos en un espacio que condensa la conciencia de nuestra humanidad y que nos reúne a todos. Su pérdida, el drama de estos días no es baladí.
Gente de todo el mundo, de tantas formas y características diferentes, rinden tributo a una de las pocas cosas que nos unen irremediablemente y nos hacen sentir ligados a nuestra especie: el arte y la cultura.
En días así, cuando la reacción es tan unánime y sentimos dolor por ese luto global, nos damos cuenta que la cultura es el más universal de nuestros conceptos vitales.
El periodismo, más allá de la deslegitimación que muchos poderes intentan conferirle, sigue siendo el más certero plasmador de la definición de los tiempos que pasan y de lo que nos pasa.
La catástrofe artística y social de París, el incendio que consumió gran parte de la catedral de Notre Dame, ha ocupado páginas y páginas de reflexiones, ponderaciones y miradas múltiples.
Pero fue el diario Liberátion quien consiguió plasmar lo allí vivido con un solo cambio de letra. Notre Drame (nuestro drama), una erre que transformó el nombre de la catedral en un sentimiento compartido. Una especie de metonimia que supo sintetizar como nadie la emoción que sumergió a la sociedad francesa al ver caer uno de sus símbolos colectivos.
El periodismo siempre será el medio más eficaz para conocer y, especialmente, para comprender las historias que nos suceden.
En otro orden de cosas, en una sociedad plagada de momentos terroríficos, que vemos continuamente en los medios de comunicación y allá donde queramos buscar, resulta significativo el tremendo impacto que ha producido el incendio en la catedral francesa.
La cultura es, quizá, uno de los valores humanos que ha conseguido con mayor firmeza traspasar los tiempos, transmutando y adecuándose a la gente y a su historia, erigiéndose como catalizador de ideas y conceptos que cohesionan y confirman a las sociedades.
Cuando un elemento artístico tan destacado, más allá de su carácter simbólico o su origen o finalidad, cae ante nuestros ojos sentimos que una parte de nuestra conciencia compartida se difumina.
Si algo consigue el arte y la cultura es unir gentes y sociedades. Al instante, casi sin tiempo para que el templo artístico descansara de las llamas, las redes se inundaron de nuestras fotos en el viaje que hicimos a París.
Mostramos nuestro apoyo así: viéndonos en un espacio que condensa la conciencia de nuestra humanidad y que nos reúne a todos. Su pérdida, el drama de estos días no es baladí.
Gente de todo el mundo, de tantas formas y características diferentes, rinden tributo a una de las pocas cosas que nos unen irremediablemente y nos hacen sentir ligados a nuestra especie: el arte y la cultura.
En días así, cuando la reacción es tan unánime y sentimos dolor por ese luto global, nos damos cuenta que la cultura es el más universal de nuestros conceptos vitales.
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