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Jueves, 25 de Julio de 2019
OPINIÓN

La radicalidad: un fracaso anunciado

ÁNGEL T. GARCÍA. Periodista.

[Img #26467]El artículo que publiqué el 23 de mayo acababa planteando que el éxito electoral de los socialistas se debía a que habían apostado por la moderación y la centralidad, "esos grandes territorios olvidados, en los que se pueden sentir cómodos los empresarios, los trabajadores, las familias...". Y planteaba que el triunfo de Sánchez debía ser un acicate para otros líderes por una causa ganadora: la moderación. Unos meses antes, el 28 de diciembre, desde estas mismas páginas, servidor también había implorado calma a los políticos: "Sòlo queda esperar que acabe imperando el sentido común, que pasará por el diálogo y el respeto. Y eso sólo se podrá conseguir desde la moderación". Esta tercera entrega sólo va a servir para constatar que la vida sigue igual.

 

La política catalana sigue abusando de la teatralidad, en forma de tragedia para unos, de comedia para otros. Sin presupuestos, con un Parlament inoperante y con un presidente que se reconoce a sí mismo como accidental, aunque su sueldo sea real y, por cierto, bastante más alto que el del presidente del gobierno español. En todos sus discursos, y en los de sus consellers, no faltan el mantra de "la república catalana" y arengas independentistas que no buscan, precisamente rebajar la tensión ni con Madrid ni con la mayoría de los catalanes. Es un gobierno que vive de una ilusión y no pisa con los pies en tierra. Un gobierno que combina políticas de derechas y de izquierdas sin más criterio que el de sobrevivir hasta que pase el juicio del Procés y se vuelva a atizar la radicalidad de la calle. Un gobierno que no gobierna.

 

En la política española la moderación tampoco es la herramienta preferida, sobre todo en los partidos de la derecha. Que no se ofenda nadie, pero la situación recuerda a aquel cuento infantil en que tres hermanos compiten por construir la casa más fuerte. Según sea la causa, no se distingue quién es quién por sus discursos. Los líderes de la derecha liberal, la derecha de siempre y la nueva derechona podrían intercambiar guiones y nadie lo notaría. El trato al que se somete a la izquierda o a los nacionalistas en los discursos de los líderes de Ciudadanos, Partido Populat y Vox es el mismo: radical y oportunista, con muy poco sentido de Estado. Utilizan el mismo esquema de pensamiento que los independentistas catalanes: sólo me importan los míos.

 

Especialmente llamativa es la deriva hacia la radicalidad que viven Albert Rivera y su plana mayor, de la que se han han ido borrando nombres de prestigio como Francesc de Carreras, Toni Roldán o Javier Nart, más moderados. Aquel partido que nació de centroizquierda y socialdemócrata está ahora en el monte de la derecha más liberal y conservadora, recibiendo la desconfianza de sus colegas liberales europeos, que jamás pactarían con la ultraderecha en sus países.

 

Las tres derechas españolas y los partidos nacionalistas catalanes están apostando por políticas frentistas que tienen muy poco que ver con la moderación que piden Europa, los agentes económicos y gran parte de su electorado. Ellos verán lo que están haciendo.

 

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