OPINIÓN
Volver a empezar
MARI CARMEN GALLEGO. Periodista.
Empieza el mes de septiembre, el mes de la vuelta a todo, de los propósitos y los retos. El mes de volver a la rutina, al colegio, al trabajo (el que tiene la suerte de tenerlo) y a los atascos. Septiembre es el mes de las ofertas de los supermercados, de sacar las chaquetas de los armarios y de preparar las casas para la llegada del frío.
Éste es el mes, con permiso de enero, en el que nos hacemos el propósito de ir al gimnasio (y no sólo pagarlo), de comenzar la dieta o de aprender inglés. Lamentablemente será también el mes de volver a hablar del Procés, de radicalizar la Diada o de llenar páginas de diarios y horas de informativos con las declaraciones y contradeclaraciones de muchos políticos.
Mientras tanto el tiempo pasa y los ciudadanos, las personas, nos quedamos atrás. Hace pocas semanas conocíamos el informe de 2019 de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (Fadsp) que aseguraba que Catalunya es una de las comunidades con la peor sanidad pública de España. La salud es el bien más preciado que puede tener una persona aunque, lamentablemente, no nos demos cuenta hasta que nosotros o alguien de nuestro entorno cercano la pierde.
Según el informe de la Fadsp, en Catalunya hay que esperar 132 días de media para someterse a una operación quirúrgica, una de las cifras más altas de España. La espera para visitarte con el médico de cabecera puede llegar a las dos semanas en algunas ciudades y los recursos con los que trabajan los profesionales son limitados.
Los que hemos tenido la desgracia de vivir durante semanas en un hospital hemos visto médicos con jornadas interminables comiendo un bocadillo en un pasillo, entre paciente y paciente, y dedicando su tiempo libre a visitar enfermos; enfermeros ingeniándoselas para hacer sitio en urgencias a un paciente o para colgar una sonda; o celadores que arrastran camillas de otro siglo. Unos profesionales sobre los que recaen las consecuencias de la paralización de un país. Injusto, ¿verdad? Pero mientras eso pasa muy cerca de nuestra casa y afectando el día a día de muchas personas seguiremos hablando del Procés, de lo que podría haber sido, de cómo sería y de qué bien estaríamos.
Empieza el mes de septiembre, el mes de la vuelta a todo, de los propósitos y los retos. El mes de volver a la rutina, al colegio, al trabajo (el que tiene la suerte de tenerlo) y a los atascos. Septiembre es el mes de las ofertas de los supermercados, de sacar las chaquetas de los armarios y de preparar las casas para la llegada del frío.
Éste es el mes, con permiso de enero, en el que nos hacemos el propósito de ir al gimnasio (y no sólo pagarlo), de comenzar la dieta o de aprender inglés. Lamentablemente será también el mes de volver a hablar del Procés, de radicalizar la Diada o de llenar páginas de diarios y horas de informativos con las declaraciones y contradeclaraciones de muchos políticos.
Mientras tanto el tiempo pasa y los ciudadanos, las personas, nos quedamos atrás. Hace pocas semanas conocíamos el informe de 2019 de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (Fadsp) que aseguraba que Catalunya es una de las comunidades con la peor sanidad pública de España. La salud es el bien más preciado que puede tener una persona aunque, lamentablemente, no nos demos cuenta hasta que nosotros o alguien de nuestro entorno cercano la pierde.
Según el informe de la Fadsp, en Catalunya hay que esperar 132 días de media para someterse a una operación quirúrgica, una de las cifras más altas de España. La espera para visitarte con el médico de cabecera puede llegar a las dos semanas en algunas ciudades y los recursos con los que trabajan los profesionales son limitados.
Los que hemos tenido la desgracia de vivir durante semanas en un hospital hemos visto médicos con jornadas interminables comiendo un bocadillo en un pasillo, entre paciente y paciente, y dedicando su tiempo libre a visitar enfermos; enfermeros ingeniándoselas para hacer sitio en urgencias a un paciente o para colgar una sonda; o celadores que arrastran camillas de otro siglo. Unos profesionales sobre los que recaen las consecuencias de la paralización de un país. Injusto, ¿verdad? Pero mientras eso pasa muy cerca de nuestra casa y afectando el día a día de muchas personas seguiremos hablando del Procés, de lo que podría haber sido, de cómo sería y de qué bien estaríamos.










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