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Jueves, 02 de Abril de 2020
OPINIÓN

La certeza del miedo

VÍCTOR DÍAZ. Psicólogo

[Img #30273]Si tienes la suerte de que la enfermedad no haya llamado peligrosamente a tu puerta ni para ti ni para los tuyos y si, además, se da la circunstancia que a día de hoy puedes comer, tener servicios básicos y unas mínimas comodidades, te animo a que leas hasta el final. En caso contrario, te presento mis sinceras disculpas y, por supuesto, mis condolencias y ánimos en este momento tan duro que estás viviendo.

Porque aparte de todas las recomendaciones que circulan en Internet sobre cómo afrontar el confinamiento (marcarse una rutina que incluya ejercicio diario, buena alimentación, hablar con los nuestros, hacer cosas que nos motiven, evitar la sobreinformación, utilizar el humor, técnicas de respiración y relajación, etc.) hay algo muy importante de lo que apenas se habla: cómo tratar con nuestro miedo.

El miedo, como emoción básica y fundamental, está ahí para nuestra supervivencia y es lógico que se active en estos momentos ante una situación tan nueva y amenazante como la que vivimos. Pretender ignorarla es tan absurdo como inútil. Pero una vez se han realizado los aprendizajes y tomas de conciencia necesarios para enfrentar este miedo, continuar viviendo constantemente desde esta emoción no sólo no nos aporta mayor conocimiento ni bienestar, sino que nos bloquea enormemente a la hora de encontrar situaciones creativas para encauzar esta situación.

¿Cómo afrontar este miedo entonces? Como decía Aristóteles: “en el punto medio está la virtud”. Démosle al miedo el espacio necesario para mostrarse y hablemos de él con nuestros seres queridos. No luchemos contra él, no lo rechacemos. Es normal y saludable. Ha de cumplir su función. En resumen, aceptémoslo.

Pero cuando a ese miedo se le una el pensamiento recurrente y negativo, y sin control alguno nos enfoquemos en el desgraciado futuro que está por venir, es entonces cuando tenemos que sustituirlo por otro tipo de pensamientos que nos aporten más seguridad, la cual encontraremos en nuestro interior y no en unas aparentes certezas que nos llegan desde el exterior.

Nos hemos acostumbrado a vivir con certidumbres, en realidad, aparentes seguridades, fruto de vivir en una sociedad moderna y desarrollada como la nuestra, donde gran parte de nosotros tenemos cubiertas la mayoría de las necesidades.

Y ahora, fruto de esa incertidumbre que representa esta amenaza tan sombría para nosotros, aparece el MIEDO. Y creemos erróneamente que ésta es la causa de nuestro temor, cuando en realidad lo único que destapa esta crisis es esa sensación de seguridad que creíamos tener.

La incertidumbre siempre ha estado ahí, disfrazada eso sí de un estado personal de bienestar y de acumular logros, pertenencias y experiencias sin un sentido claro. Un caminar por caminar, un hacer por hacer. Pero la incertidumbre existe desde el momento en que nacemos, cuando a día de hoy no sabemos explicar los grandes misterios de la vida.

No ha cambiado nada, sólo nos han quitado súbitamente la venda de los ojos, y la luz cegadora de la realidad, cual prisionero en la caverna de Platón, nos ciega, nos asusta y nos llena de angustia. Pero nuestra vulnerabilidad como seres humanos ha sido siempre la misma.

Repito: ¿Cómo lo afrontamos entonces? Quizás asumiendo que, pese a nuestro autoengaño, siempre ha habido muchas cosas que no controlamos, pero que, sin embargo, en otras muchas, tenemos gran potencial de decisión y de acción. Por supuesto, también en esta crisis, sobre todo en esta crisis, empezando por la atención que dedicamos a nuestros pensamientos y creencias que, como la psicología cognitiva reconoce, co-construye nuestra realidad. Pero eso da para otro artículo, por lo menos.

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