OPINIÓN
La atención primaria, en situación de extrema emergencia
MARÍA JOSÉ ESPINOSA. Directora ELFAR.CAT
Las precarias condiciones en las que ya trabajaban los profesionales de los equipos de atención primaria, a consecuencia de años y años de políticas de recortes en sanidad, se han visto agravadas aún más por la situación de emergencia sanitaria. A los problemas de escaso presupuesto o falta de personal, se añaden ahora la sobrecarga que supone la asistencia a los enfermos de COVID-19, el control del aislamiento de los casos positivos, el seguimiento de los contactos o el aumento del trabajo burocrático.
Podríamos decir, por tanto, que los achaques que ya padecía de por sí la atención primaria se han cronificado con la pandemia. De hecho, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España (CGCOM) alerta de que se encuentra, en estos momentos, “desbordada y al borde de la defunción”. Y es que si en la primera ola de la pandemia del coronavirus fueron los hospitales y sus unidades de cuidados intensivos los que sufrieron la mayor presión, ahora también es el turno de los centros de salud, que padecen un fuerte colapso.
El diagnóstico actual es, por tanto, de extrema emergencia. Tanto para los sanitarios como para los ciudadanos. Los profesionales aseguran sentirse desbordados, desgastados, angustiados y con mucho estrés. Algunos, incluso, abandonan por descontento, por una presión asistencial inasumible, por sentirse infravalorados o porque económicamente no compensa.
Mientras, los usuarios están pasando del malestar y el descontento a la crispación y el enfado, tras no conseguir contactar por teléfono con su ambulatorio o tener que soportar interminables esperas. De hecho, las colas en la calle de personas que buscan que se resuelva su problema de salud ante los CAP se han convertido en un paisaje habitual. Algo inconcebible y bochornoso.
Está claro que todo el sistema de salud público de atención primaria está volcado en estos momentos en el COVID-19, un virus que, de momento, no encuentra freno. Y eso está provocando que las visitas presenciales se hayan reducido a la mínima expresión, que se hayan dejado de atender en primera persona a pacientes con problemas crónicos o que se produzcan retrasos en nuevos diagnósticos y pruebas con consecuencias, a veces, dramáticas. Y, por si fuera poco, aún permanecen cerrados algunos ambulatorios o consultorios, obligando a personas mayores o con movilidad reducida a tener que desplazarse a otros municipios si requieren de atención.
En el momento más álgido de la pandemia, la conselleria de Salud argumentó esta decisión como “necesaria” para reestructurar la atención a los usuarios, pero han pasado ya siete meses y algunos de estos cierres ya no tienen justificación ninguna. Tienen que reabrir sus puertas y lo han de hacer con todas las medidas de seguridad necesarias.
Precisamente, muchos de los profesionales de la atención primaria que están en primera línea reprochan al Govern de la Generalitat muchas de las decisiones tomadas en la gestión de la crisis. Aseguran que no se les ha escuchado, y eso es incomprensible. En una situación tan excepcional como la que estamos viviendo, es más necesario que nunca encontrar espacios de diálogo y una mayor coordinación. La defensa del sistema público de salud, y la apuesta decidida por una atención primaria fuerte, ha de ser un compromiso conjunto.
El plan de fortalecimiento de la primaria presentado por Salut hace unas semanas, que cuenta con una inversión total de unos 300 millones de euros hasta 2022, ha sido calificado como insuficiente por algunas entidades como Marea Blanca de Catalunya, Rebelión Primaria o FOCAP. Creen que se queda corto, especialmente por lo que se refiere a las dotaciones previstas de médicos y enfermeras, algo imprescindible si queremos no únicamente dar respuesta a las necesidades generadas por la pandemia, sino también restaurar nuevamente la actividad asistencial en los ambulatorios. Así pues es imprescindible una mayor inversión, y más teniendo en cuenta que la OMS recomienda que la dotación económica a la atención primaria llegue al 25% del presupuesto de Salud. Un porcentaje que no se cumple, tal como han corroborado diferentes fuentes consultadas por esta redacción.
La asistencia primaria es un servicio básico para la ciudadanía y se está vulnerando de manera flagrante. Esta situación de precariedad no se puede ni sostener por más tiempo ni tolerar porque la salud de las personas está en juego.
Las precarias condiciones en las que ya trabajaban los profesionales de los equipos de atención primaria, a consecuencia de años y años de políticas de recortes en sanidad, se han visto agravadas aún más por la situación de emergencia sanitaria. A los problemas de escaso presupuesto o falta de personal, se añaden ahora la sobrecarga que supone la asistencia a los enfermos de COVID-19, el control del aislamiento de los casos positivos, el seguimiento de los contactos o el aumento del trabajo burocrático.
Podríamos decir, por tanto, que los achaques que ya padecía de por sí la atención primaria se han cronificado con la pandemia. De hecho, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España (CGCOM) alerta de que se encuentra, en estos momentos, “desbordada y al borde de la defunción”. Y es que si en la primera ola de la pandemia del coronavirus fueron los hospitales y sus unidades de cuidados intensivos los que sufrieron la mayor presión, ahora también es el turno de los centros de salud, que padecen un fuerte colapso.
El diagnóstico actual es, por tanto, de extrema emergencia. Tanto para los sanitarios como para los ciudadanos. Los profesionales aseguran sentirse desbordados, desgastados, angustiados y con mucho estrés. Algunos, incluso, abandonan por descontento, por una presión asistencial inasumible, por sentirse infravalorados o porque económicamente no compensa.
Mientras, los usuarios están pasando del malestar y el descontento a la crispación y el enfado, tras no conseguir contactar por teléfono con su ambulatorio o tener que soportar interminables esperas. De hecho, las colas en la calle de personas que buscan que se resuelva su problema de salud ante los CAP se han convertido en un paisaje habitual. Algo inconcebible y bochornoso.
Está claro que todo el sistema de salud público de atención primaria está volcado en estos momentos en el COVID-19, un virus que, de momento, no encuentra freno. Y eso está provocando que las visitas presenciales se hayan reducido a la mínima expresión, que se hayan dejado de atender en primera persona a pacientes con problemas crónicos o que se produzcan retrasos en nuevos diagnósticos y pruebas con consecuencias, a veces, dramáticas. Y, por si fuera poco, aún permanecen cerrados algunos ambulatorios o consultorios, obligando a personas mayores o con movilidad reducida a tener que desplazarse a otros municipios si requieren de atención.
En el momento más álgido de la pandemia, la conselleria de Salud argumentó esta decisión como “necesaria” para reestructurar la atención a los usuarios, pero han pasado ya siete meses y algunos de estos cierres ya no tienen justificación ninguna. Tienen que reabrir sus puertas y lo han de hacer con todas las medidas de seguridad necesarias.
Precisamente, muchos de los profesionales de la atención primaria que están en primera línea reprochan al Govern de la Generalitat muchas de las decisiones tomadas en la gestión de la crisis. Aseguran que no se les ha escuchado, y eso es incomprensible. En una situación tan excepcional como la que estamos viviendo, es más necesario que nunca encontrar espacios de diálogo y una mayor coordinación. La defensa del sistema público de salud, y la apuesta decidida por una atención primaria fuerte, ha de ser un compromiso conjunto.
El plan de fortalecimiento de la primaria presentado por Salut hace unas semanas, que cuenta con una inversión total de unos 300 millones de euros hasta 2022, ha sido calificado como insuficiente por algunas entidades como Marea Blanca de Catalunya, Rebelión Primaria o FOCAP. Creen que se queda corto, especialmente por lo que se refiere a las dotaciones previstas de médicos y enfermeras, algo imprescindible si queremos no únicamente dar respuesta a las necesidades generadas por la pandemia, sino también restaurar nuevamente la actividad asistencial en los ambulatorios. Así pues es imprescindible una mayor inversión, y más teniendo en cuenta que la OMS recomienda que la dotación económica a la atención primaria llegue al 25% del presupuesto de Salud. Un porcentaje que no se cumple, tal como han corroborado diferentes fuentes consultadas por esta redacción.
La asistencia primaria es un servicio básico para la ciudadanía y se está vulnerando de manera flagrante. Esta situación de precariedad no se puede ni sostener por más tiempo ni tolerar porque la salud de las personas está en juego.










Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.4