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Miércoles, 03 de Febrero de 2021
OPINIÓN

EDITORIAL. Luces y sombras

MARÍA JOSÉ ESPINOSA. Directora ELFAR.CAT

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Nada más iniciarse este 2021 conocíamos las demoledoras cifras del paro. Tal como era de prever, los datos han constatado lo que ya sabíamos: que el  COVID-19 no ha tenido piedad con el mercado laboral. En diciembre se contabilizaron 10.605 personas más en las oficinas de empleo del Baix Llobregat con respecto al mismo mes del año 2019, lo que significa un incremento interanual del 27,2%. De esta manera, un total de 49.522 ciudadanos de la comarca buscan a día de hoy un puesto de trabajo, lo que ha provocado que la tasa de paro se haya disparado al 12,5%.

 

Una desoladora situación, que se agrava aún más si tenemos en cuenta el gran número de trabajadores que, por ahora, han entrado en los expedientes de regulación temporal de empleo y que no han dejado de cotizar pero sí han perdido, como mínimo, el 30% de sus salarios. Trabajadores de empresas cuya viabilidad no está, ni mucho menos, garantizada. Y todo ello hace que la recuperación económica se presente muy incierta.


El cierre de la hostelería y la restauración ha hecho inevitable que se engrosen las filas del paro, por eso la gran mayoría de los nuevos desempleados pertenecen al sector servicios. Pero no son los únicos que están sufriendo con dureza los estragos de la pandemia. La industria cultural es también otra víctima del coronavirus. Un sector que debería ser considerado esencial porque, aparte de su carácter cívico y social, y de ser un elemento de bienestar y reflexión, en términos económicos representa el 4% del Producto Interior Bruto (PIB).


El mundo de la cultura tuvo que parar sus actividades durante el confinamiento, en la desescalada fueron los últimos en obtener el permiso de reapertura y ahora han de cumplir con restricciones muy estrictas como la reducción de aforos. Sin embargo, han demostrado con creces que #laculturaessegura y que ésta es esencial en nuestra sociedad. Así ha quedado patente durante todos estos últimos meses tan duros, en los que han hecho esfuerzos notables para adaptarse a la nueva situación y seguir llenando nuestras vidas de todo tipo de expresiones culturales gracias a su tesón e imaginación.


La nueva temporada está llena de interrogantes. Y por este motivo son imprescindibles ayudas y medidas de apoyo. Los ayuntamientos, una vez más, están haciendo todo lo posible para que la cultura tampoco se quede atrás, pero han de ser los gobiernos estatal y autonómico quienes protejan y amparen a un sector frágil que necesita respuestas concretas.


Pero no todo son noticias negativas. El 2021 se ha iniciado con la llegada de las primeras vacunas contra el COVID-19, por lo que comienza a vislumbrarse la luz a final del túnel. Son, sin duda, el mejor estímulo de esperanza para este año, pese a que la situación epidemiológica sigue siendo crítica a causa, principalmente, de las interacciones sociales que se produjeron durante las fiestas navideñas y por la cepa británica. Sin embargo, la tan ansiada campaña de vacunación ha arrancado con más lentitud de lo esperado, lo que está provocando un retraso preocupante.

 

Gran parte de culpa de esta demora inicial recae en la farmacéutica Pfizer, que está ralentizando su entrega de dosis con explicaciones poco convincentes; y en Moderna, que ha anunciado un aplazamiento en el envío de las vacunas. Pero no olvidemos que en un primer momento también hubo falta de previsión y organización, así como una gestión deficiente de los recursos materiales y humanos. Un hecho muy grave si queremos cumplir con el objetivo marcado: alcanzar la inmunidad de grupo a finales de verano. No podemos perder más tiempo y se ha de acelerar el ritmo cuando aumente la capacidad productiva de los laboratorios.


La obligación del ejecutivo catalán es gestionar las administraciones de las vacunas sin dilación. Por eso es más necesario que nunca la celebración de las elecciones al Parlament. Catalunya no puede permitirse el lujo de permanecer por más tiempo con un Govern sin presidente, sin liderazgo e inoperante por sus peleas internas. La incertidumbre política dura ya demasiado tiempo y en plena crisis sanitaria, económica y social, la parálisis gubernamental es lo más improcedente y perjudicial para la sociedad.

 

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