OPINIÓN
Gente bien
ÁNGEL T.GARCÍA. Periodista
2 de enero de 2012.
La Diagonal se me hace más corta con el Ferrari F-40. Quizá hubiera sido mejor elegir hoy el Lamborghini Miura. Se farda más. Desde luego que soy afortunado. Me he labrado un brillante presente tras la estela de mi padre, el president. Ya veremos el futuro; hay quien comienza a ladrar ahí fuera. Y también está lo de mis hermanos: uno con el pelotazo de las oficinas de un gran banco y el otro que no se conforma con heredar el capital político de nuestro padre y se busca la vida con el negocio de las inspecciones de vehículos. ¡Pero si eso es el chocolate del loro y él, que es político, tiene siempre el foco encima! Meterá en problemas a toda la familia, ya verás.
21 de febrero de 2012.
Cuelgo el teléfono. ¡Qué bien hablo inglés! He aprovechado bien las oportunidades y siempre he sabido moverme bien entre las familias poderosas hasta llegar a la presidencia del Govern. Eso sí; me ha tocado un tiempo de las vacas flacas: Occidente no levanta cabeza desde lo de Lehman Brothers. La burbuja inmobiliaria ha estallado y ya no hay quien ayude. La burguesía de toda la vida lo ha vendido todo y ya solo pueden invertir extranjeros. ¡Y son tan exigentes! Este último americano quiere construir una ciudad del juego en los pocos campos que quedan en la zona metropolitana más cercana a la capital. La inversión es mareante y pide que cambiemos leyes. Pero todos ganaremos. Destruirá un parque agrario y una reserva natural, pero el país necesita proyectos. ¡No puedo ser el presidente de un país pobre!
10 de enero de 2016.
¡Quién iba a decir que los más radicales –cachorros de burgueses– me auparían a la presidencia! ¡Con lo potente que parecía mi predecesor, aquel mesías del cartel electoral! Algunos creen que soy provisional, un alcalde sobrevenido, un tipo inofensivo que solo destaca por su flequillo, un advenedizo procedente del periodismo comarcal. Por cierto ¡qué profesión tan patética, a la que tan fácilmente se puede acceder sin haber estudiado! No conocen mi ambición. En los próximos meses alimentaré las ilusiones de mi gente. Será toda una aventura. Algunos arriesgarán tanto que acabarán en la cárcel. Yo no. Cambiaré las leyes y someteré al poder judicial a mi mandato. Si todo va mal, ya me inventaré algo. ¡Ningún juez podrá conmigo!
18 de noviembre de 2019.
Me han llamado a juicio. Mañana declaro. Dicen que he desobedecido a la Junta Electoral. ¿Quiénes son ellos para coartar mi libertad de expresión? Soy el centésimo trigésimo primer president de la Generalitat. Estas bestias no saben con quien están tratando. Además, he comido un plato de butifarra con judías bastante contundente y, según las preguntas que me hagan en el juicio, la cosa puede salir por un lado o por otro. No, mi educación quizá no sea tan refinada como la de otras personas con las que trato a menudo, pero soy el primero de los catalanes verdaderos, demostrable por la nómina que cobro, y me debo profesionalmente a una causa: mi patria.
30 de marzo de 2021.
Dicen que nuestro líder bien amado de Waterloo no me quería como candidata, pero mírame, aquí estoy: segunda autoridad del país. ¡Y cómo luzco! Tengo buen gusto; todo el mundo lo sabe. Catalunya necesita gente bien. La única pena es que los mejores hemos quedado terceros en las elecciones. ¡Qué contrariedad! Todo el mundo sabe que, en realidad, esto es solo una circunstancia: siempre hemos mandado y seguiremos haciéndolo. Estos chicos de Esquerra piensan que podrán con nosotros. ¡Ilusos! Y ya no digo nada de los que no son ni catalanes; va a ser divertido mandarles callar con autoridad para que TV3 me saque estupenda. Juro que voy a ser la más. La más demócrata, la más catalana y la más de izquierdas. Ya se sabe: todos los catalanes somos ahora de izquierdas.
2 de enero de 2012.
La Diagonal se me hace más corta con el Ferrari F-40. Quizá hubiera sido mejor elegir hoy el Lamborghini Miura. Se farda más. Desde luego que soy afortunado. Me he labrado un brillante presente tras la estela de mi padre, el president. Ya veremos el futuro; hay quien comienza a ladrar ahí fuera. Y también está lo de mis hermanos: uno con el pelotazo de las oficinas de un gran banco y el otro que no se conforma con heredar el capital político de nuestro padre y se busca la vida con el negocio de las inspecciones de vehículos. ¡Pero si eso es el chocolate del loro y él, que es político, tiene siempre el foco encima! Meterá en problemas a toda la familia, ya verás.
21 de febrero de 2012.
Cuelgo el teléfono. ¡Qué bien hablo inglés! He aprovechado bien las oportunidades y siempre he sabido moverme bien entre las familias poderosas hasta llegar a la presidencia del Govern. Eso sí; me ha tocado un tiempo de las vacas flacas: Occidente no levanta cabeza desde lo de Lehman Brothers. La burbuja inmobiliaria ha estallado y ya no hay quien ayude. La burguesía de toda la vida lo ha vendido todo y ya solo pueden invertir extranjeros. ¡Y son tan exigentes! Este último americano quiere construir una ciudad del juego en los pocos campos que quedan en la zona metropolitana más cercana a la capital. La inversión es mareante y pide que cambiemos leyes. Pero todos ganaremos. Destruirá un parque agrario y una reserva natural, pero el país necesita proyectos. ¡No puedo ser el presidente de un país pobre!
10 de enero de 2016.
¡Quién iba a decir que los más radicales –cachorros de burgueses– me auparían a la presidencia! ¡Con lo potente que parecía mi predecesor, aquel mesías del cartel electoral! Algunos creen que soy provisional, un alcalde sobrevenido, un tipo inofensivo que solo destaca por su flequillo, un advenedizo procedente del periodismo comarcal. Por cierto ¡qué profesión tan patética, a la que tan fácilmente se puede acceder sin haber estudiado! No conocen mi ambición. En los próximos meses alimentaré las ilusiones de mi gente. Será toda una aventura. Algunos arriesgarán tanto que acabarán en la cárcel. Yo no. Cambiaré las leyes y someteré al poder judicial a mi mandato. Si todo va mal, ya me inventaré algo. ¡Ningún juez podrá conmigo!
18 de noviembre de 2019.
Me han llamado a juicio. Mañana declaro. Dicen que he desobedecido a la Junta Electoral. ¿Quiénes son ellos para coartar mi libertad de expresión? Soy el centésimo trigésimo primer president de la Generalitat. Estas bestias no saben con quien están tratando. Además, he comido un plato de butifarra con judías bastante contundente y, según las preguntas que me hagan en el juicio, la cosa puede salir por un lado o por otro. No, mi educación quizá no sea tan refinada como la de otras personas con las que trato a menudo, pero soy el primero de los catalanes verdaderos, demostrable por la nómina que cobro, y me debo profesionalmente a una causa: mi patria.
30 de marzo de 2021.
Dicen que nuestro líder bien amado de Waterloo no me quería como candidata, pero mírame, aquí estoy: segunda autoridad del país. ¡Y cómo luzco! Tengo buen gusto; todo el mundo lo sabe. Catalunya necesita gente bien. La única pena es que los mejores hemos quedado terceros en las elecciones. ¡Qué contrariedad! Todo el mundo sabe que, en realidad, esto es solo una circunstancia: siempre hemos mandado y seguiremos haciéndolo. Estos chicos de Esquerra piensan que podrán con nosotros. ¡Ilusos! Y ya no digo nada de los que no son ni catalanes; va a ser divertido mandarles callar con autoridad para que TV3 me saque estupenda. Juro que voy a ser la más. La más demócrata, la más catalana y la más de izquierdas. Ya se sabe: todos los catalanes somos ahora de izquierdas.
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