OPINIÓN
EDITORIAL. Asignatura pendiente
MARÍA JOSÉ ESPINOSA. Directora de ELFAR.CAT
El reciclaje de los residuos es, sin duda, una de nuestras asignaturas pendientes. Las directrices europeas fijaban como horizonte para 2020 que el 50% de los desechos urbanos se prepararan para la reutilización y el reciclado, pero actualmente la cifra en España apenas alcanza el 35%. En el área metropolitana de Barcelona el índice es algo mejor y se sitúa en el 38,4% (datos de 2020), pero aún así está muy por debajo de los objetivos marcados por Europa.
Está claro que el modelo hasta ahora vigente, basado mayoritariamente en la participación voluntaria en la recogida selectiva a través de los contenedores en la calle, ha tocado techo. Por eso cada vez son más los municipios, con el apoyo técnico y económico del AMB, que están apostando por incorporar medidas que les permitan mejorar la media de reciclaje, como es el caso de los sistemas de individualización o los incentivos de la recogida.
Dos de las principales herramientas son el puerta a puerta, tanto domiciliaria como comercial, que ya se aplica en algunas poblaciones como Torrelles, Castelldefrels, Gavà y Sant Just Desvern; o el contenedor inteligente, que está ganando cada vez más adeptos al demostrar su eficacia. Ambos modelos son clave para garantizar una mayor calidad ambiental.
Pero todavía queda mucho camino por recorrer. Por eso es imprescindible, aparte de los cambios que tímidamente se están introduciendo a nivel local, una mayor voluntad política y un gran acuerdo de país. Y la nueva Ley de Residuos y Suelos Contaminados, que actualmente se encuentra en trámite parlamentario y que sustituirá a la anterior norma de 2011, puede y debe ser un punto de inflexión.
El texto recoge por primera vez en la legislación española limitaciones a los plásticos de un solo uso: establece restricciones a la introducción en el mercado para ciertos productos, un impuesto para prevenir la generación de sus residuos y obligaciones de información al consumidor.
Asimismo, la propuesta normativa fija objetivos más ambiciosos de preparación para la reutilización y reciclado de residuos municipales y establece un calendario de implantación de recogida separada de nuevos flujos, como los bio-residuos o los residuos textiles, entre otros.
Además, también incorpora un impuesto al vertido y a la incineración para reducir al máximo estos tratamientos y apostar por la prevención, el reciclado y la reutilización. Es decir, impulsar una economía circular y baja en carbono en España, que aspira a ser un país neutro en emisiones en 2050.
Desde el origen de la revolución industrial, el modelo de crecimiento económico se ha basado en una economía lineal, en la que el proceso consistía en extraer, fabricar, usar y tirar, como si las materias primas y la energía fueran ilimitadas. El cambio climático ha demostrado que este paradigma no es sostenible en el tiempo y por este motivo se apuesta cada vez más por la economía circular, que supone un cambio en el modelo de producción y consumo, en el que los productos deben diseñarse para ser reutilizados.
Pero para ello hace falta un cambio de mentalidad y actitud por parte de todos, desde la clase política y las administraciones hasta las empresas privadas y la ciudadanía. Y es aquí donde la información y la educación se convierten en factores esenciales para guiar al consumidor hacia patrones de comportamiento circular, favoreciendo que puedan realizar compras sostenibles en su día a día. Cuánta más información tengamos más fácil será tomar las mejores decisiones cuando vayamos a adquirir un producto, y también cuando terminemos de usarlo con el fin de garantizar que los materiales recuperables no terminen en los vertederos.
No olvidemos que nuestra labor es muy valiosa en este cambio de modelo económico, ya que somos los responsables de marcar el ritmo de producción y las condiciones en las que estamos dispuestos a consumir. Debemos asumir un rol activo, apostando decididamente por la sostenibilidad y por un consumo consciente y responsable. Las acciones individuales son importantes para crear conciencia colectiva y solo así lograremos decir adiós a la cultura del despilfarro que durante tantos años ha imperado en nuestra sociedad.
El reciclaje de los residuos es, sin duda, una de nuestras asignaturas pendientes. Las directrices europeas fijaban como horizonte para 2020 que el 50% de los desechos urbanos se prepararan para la reutilización y el reciclado, pero actualmente la cifra en España apenas alcanza el 35%. En el área metropolitana de Barcelona el índice es algo mejor y se sitúa en el 38,4% (datos de 2020), pero aún así está muy por debajo de los objetivos marcados por Europa.
Está claro que el modelo hasta ahora vigente, basado mayoritariamente en la participación voluntaria en la recogida selectiva a través de los contenedores en la calle, ha tocado techo. Por eso cada vez son más los municipios, con el apoyo técnico y económico del AMB, que están apostando por incorporar medidas que les permitan mejorar la media de reciclaje, como es el caso de los sistemas de individualización o los incentivos de la recogida.
Dos de las principales herramientas son el puerta a puerta, tanto domiciliaria como comercial, que ya se aplica en algunas poblaciones como Torrelles, Castelldefrels, Gavà y Sant Just Desvern; o el contenedor inteligente, que está ganando cada vez más adeptos al demostrar su eficacia. Ambos modelos son clave para garantizar una mayor calidad ambiental.
Pero todavía queda mucho camino por recorrer. Por eso es imprescindible, aparte de los cambios que tímidamente se están introduciendo a nivel local, una mayor voluntad política y un gran acuerdo de país. Y la nueva Ley de Residuos y Suelos Contaminados, que actualmente se encuentra en trámite parlamentario y que sustituirá a la anterior norma de 2011, puede y debe ser un punto de inflexión.
El texto recoge por primera vez en la legislación española limitaciones a los plásticos de un solo uso: establece restricciones a la introducción en el mercado para ciertos productos, un impuesto para prevenir la generación de sus residuos y obligaciones de información al consumidor.
Asimismo, la propuesta normativa fija objetivos más ambiciosos de preparación para la reutilización y reciclado de residuos municipales y establece un calendario de implantación de recogida separada de nuevos flujos, como los bio-residuos o los residuos textiles, entre otros.
Además, también incorpora un impuesto al vertido y a la incineración para reducir al máximo estos tratamientos y apostar por la prevención, el reciclado y la reutilización. Es decir, impulsar una economía circular y baja en carbono en España, que aspira a ser un país neutro en emisiones en 2050.
Desde el origen de la revolución industrial, el modelo de crecimiento económico se ha basado en una economía lineal, en la que el proceso consistía en extraer, fabricar, usar y tirar, como si las materias primas y la energía fueran ilimitadas. El cambio climático ha demostrado que este paradigma no es sostenible en el tiempo y por este motivo se apuesta cada vez más por la economía circular, que supone un cambio en el modelo de producción y consumo, en el que los productos deben diseñarse para ser reutilizados.
Pero para ello hace falta un cambio de mentalidad y actitud por parte de todos, desde la clase política y las administraciones hasta las empresas privadas y la ciudadanía. Y es aquí donde la información y la educación se convierten en factores esenciales para guiar al consumidor hacia patrones de comportamiento circular, favoreciendo que puedan realizar compras sostenibles en su día a día. Cuánta más información tengamos más fácil será tomar las mejores decisiones cuando vayamos a adquirir un producto, y también cuando terminemos de usarlo con el fin de garantizar que los materiales recuperables no terminen en los vertederos.
No olvidemos que nuestra labor es muy valiosa en este cambio de modelo económico, ya que somos los responsables de marcar el ritmo de producción y las condiciones en las que estamos dispuestos a consumir. Debemos asumir un rol activo, apostando decididamente por la sostenibilidad y por un consumo consciente y responsable. Las acciones individuales son importantes para crear conciencia colectiva y solo así lograremos decir adiós a la cultura del despilfarro que durante tantos años ha imperado en nuestra sociedad.
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