OPINIÓN
La violencia sexual, algo demasiado habitual
RUBÉN CASTRO. Experto en violencia de género por la UNED
Las violaciones conocidas en los últimos meses y semanas nos estremecen. Nos sorprendemos ante la brutalidad y sinrazón de la actitud de algunos chavales jóvenes y aparentemente sanos.
Generalmente, ante cada caso, buscamos justificaciones que nos hagan entender el problema. Y en muchas ocasiones lo presentamos como algo fuera de lo habitual: "no están bien de la cabeza", "de dónde han salido", "tienen alguna enfermedad", "son gente antigua", etc...
Sin embargo, la violencia sexual no es ni mucho menos una cuestión aislada. Es una realidad que han sufrido y sufren al menos 1 de cada 3 mujeres en todo el planeta, de acuerdo a los datos de Naciones Unidas.
Tampoco está perpetrada únicamente por hombres desconocidos: en torno al 80% de las agresiones sexuales en España es perpetrada por conocidos del entorno de la mujer agredida (amigos, pareja, familiares, compañeros o jefes del trabajo, etc.)
No podemos decir que millones de agresores sean ajenos al sistema, aunque su comportamiento diste de ser el "normal" y deseable.
Y es que la violencia es tan habitual y de tantas formas posibles que en muchos casos pasa inadvertida: la cosificación de las mujeres, el acoso sexual a través de las redes sociales, la sextorsión, el grooming o el chantaje emocional para tener sexo, por poner unos ejemplos. Son actitudes que también son violencia sexual.
Una realidad que, por cierto, está perfectamente ilustrada en una gran cantidad de contenidos pornográficos (a veces incluso en series y películas "convencionales") accesibles desde cualquier dispositivo. Una pornografía que hace de la violencia y la sumisión de las mujeres un "espectáculo".
Y aunque aparentemente son contenidos de ficción, en muchos casos se convierten en la única referencia con la que adolescentes aprenden lo que es el sexo y cómo deben ser esas relaciones afectivo-sexuales.
Es por ello que para prevenir las agresiones sexuales podemos y debemos hacer muchas cosas que están a nuestro alcance, como desterrar de nuestro vocabulario los chistes y referencias a las agresiones sexuales como algo “normal”, romper la cadena y denunciar ese vídeo íntimo que nos han pasado sin consentimiento o dejar de reírle las "gracias" al colega que se vanagloria de haberse aprovechado de una chica que ha bebido mucho (por que eso es una violación).
Un cambio que pasa por dejar de ver la educación sexual como una enseñanza puntual o que solo habla de métodos anticonceptivos. Porque no formarles es el mayor error que como sociedad podemos cometer con nuestras chicas y chicos jóvenes. Está en juego su salud sexual, su salud mental y, especialmente, los derechos y libertades de todas las mujeres.
Las violaciones conocidas en los últimos meses y semanas nos estremecen. Nos sorprendemos ante la brutalidad y sinrazón de la actitud de algunos chavales jóvenes y aparentemente sanos.
Generalmente, ante cada caso, buscamos justificaciones que nos hagan entender el problema. Y en muchas ocasiones lo presentamos como algo fuera de lo habitual: "no están bien de la cabeza", "de dónde han salido", "tienen alguna enfermedad", "son gente antigua", etc...
Sin embargo, la violencia sexual no es ni mucho menos una cuestión aislada. Es una realidad que han sufrido y sufren al menos 1 de cada 3 mujeres en todo el planeta, de acuerdo a los datos de Naciones Unidas.
Tampoco está perpetrada únicamente por hombres desconocidos: en torno al 80% de las agresiones sexuales en España es perpetrada por conocidos del entorno de la mujer agredida (amigos, pareja, familiares, compañeros o jefes del trabajo, etc.)
No podemos decir que millones de agresores sean ajenos al sistema, aunque su comportamiento diste de ser el "normal" y deseable.
Y es que la violencia es tan habitual y de tantas formas posibles que en muchos casos pasa inadvertida: la cosificación de las mujeres, el acoso sexual a través de las redes sociales, la sextorsión, el grooming o el chantaje emocional para tener sexo, por poner unos ejemplos. Son actitudes que también son violencia sexual.
Una realidad que, por cierto, está perfectamente ilustrada en una gran cantidad de contenidos pornográficos (a veces incluso en series y películas "convencionales") accesibles desde cualquier dispositivo. Una pornografía que hace de la violencia y la sumisión de las mujeres un "espectáculo".
Y aunque aparentemente son contenidos de ficción, en muchos casos se convierten en la única referencia con la que adolescentes aprenden lo que es el sexo y cómo deben ser esas relaciones afectivo-sexuales.
Es por ello que para prevenir las agresiones sexuales podemos y debemos hacer muchas cosas que están a nuestro alcance, como desterrar de nuestro vocabulario los chistes y referencias a las agresiones sexuales como algo “normal”, romper la cadena y denunciar ese vídeo íntimo que nos han pasado sin consentimiento o dejar de reírle las "gracias" al colega que se vanagloria de haberse aprovechado de una chica que ha bebido mucho (por que eso es una violación).
Un cambio que pasa por dejar de ver la educación sexual como una enseñanza puntual o que solo habla de métodos anticonceptivos. Porque no formarles es el mayor error que como sociedad podemos cometer con nuestras chicas y chicos jóvenes. Está en juego su salud sexual, su salud mental y, especialmente, los derechos y libertades de todas las mujeres.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.169