OPINIÓN
Las obreras de los obreros
Sonia Guerra. Secretaria de Políticas Sociales del PSC y portavoz de Derechos Sociales del Grupo Parlamentario Socialista
El origen del 8 de marzo está enraizado a las trabajadoras de finales del siglo XIX y a sus reivindicaciones laborales. A pesar de los años transcurridos y los muchísimos derechos conquistados, todavía hoy las mujeres carecemos de igualdad real y efectiva respecto a los varones. Tanto en el mercado de trabajo como en el hogar.
El pasado 10 de febrero aprobamos la reforma laboral en el Congreso de los Diputados. Una norma que trata de poner punto y final a la precarización y a la temporalidad. Una reforma que tiene un gran impacto de género.
Las mujeres protagonizan la mayor parte de los contratos temporales y parciales; y padecen una brecha salarial del 20.64%. Los datos muestran que la desigualdad salarial entre mujeres y hombres es constante desde los 16 hasta los 65 años. Y que se intensifica durante la edad reproductiva. A partir de ese momento, las diferencias salariales crecen de manera continua y permanente hasta la jubilación.
Asimismo, las mujeres dedican cada semana hasta 16 horas más que los hombres al trabajo reproductivo. 34 días al año. Estos datos muestran que, lejos de lo que anunciaron las Mujeres de la Librería de Milán en 1995, la división sexual del trabajo y el contrato sexual persisten en nuestra sociedad. Y es que el patriarcado vive en cada una de las discriminaciones estructurales que sufrimos las mujeres por el simple hecho de ser mujeres, que no son pocas. Por eso es nuestro deber recordar el origen reivindicativo del 8 de marzo. Solo así dejaremos, algún día, de ser las obreras de los obreros.
El origen del 8 de marzo está enraizado a las trabajadoras de finales del siglo XIX y a sus reivindicaciones laborales. A pesar de los años transcurridos y los muchísimos derechos conquistados, todavía hoy las mujeres carecemos de igualdad real y efectiva respecto a los varones. Tanto en el mercado de trabajo como en el hogar.
El pasado 10 de febrero aprobamos la reforma laboral en el Congreso de los Diputados. Una norma que trata de poner punto y final a la precarización y a la temporalidad. Una reforma que tiene un gran impacto de género.
Las mujeres protagonizan la mayor parte de los contratos temporales y parciales; y padecen una brecha salarial del 20.64%. Los datos muestran que la desigualdad salarial entre mujeres y hombres es constante desde los 16 hasta los 65 años. Y que se intensifica durante la edad reproductiva. A partir de ese momento, las diferencias salariales crecen de manera continua y permanente hasta la jubilación.
Asimismo, las mujeres dedican cada semana hasta 16 horas más que los hombres al trabajo reproductivo. 34 días al año. Estos datos muestran que, lejos de lo que anunciaron las Mujeres de la Librería de Milán en 1995, la división sexual del trabajo y el contrato sexual persisten en nuestra sociedad. Y es que el patriarcado vive en cada una de las discriminaciones estructurales que sufrimos las mujeres por el simple hecho de ser mujeres, que no son pocas. Por eso es nuestro deber recordar el origen reivindicativo del 8 de marzo. Solo así dejaremos, algún día, de ser las obreras de los obreros.
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