OPINIÓN
Más Europa, por favor
ÁNGEL T. GARCÍA. Periodista
![[Img #42546]](https://elfar.cat/upload/images/05_2022/7177_angel-t-garcia.jpg)
Repasando cifras, datos, noticias… eso a lo que antes llamábamos hemeroteca, me doy de bruces con la situación que se generó tras la crisis de 2008, después de la explosión de la burbuja del tocho. ¿Recuerdan? El pobre Zapatero, negando la crisis, hablando de desaceleración… Le costó el puesto. España, Europa, el mundo entraron en una recesión de caballo que llevó a duplicar y triplicar cifras de desempleo. Vivimos con tanta angustia aquello que llegamos a llamarle la Tercera Guerra Mundial, que era económica. Nos explicaron que todo había sido culpa de los pobres, que se habían creído ricos viviendo por encima de sus posibilidades, y se habían endeudado demasiado. ¿El resultado? Nos fuimos todos al carajo. ¿Todos? Los ricos se hicieron más ricos. Según el Banco de España, los ciudadanos más ricos de España -el 10% más alto de la escala- pasaron de concentrar el 44% de la riqueza del país en 2008 al 53% en 2014.
¿Aquello se acabó? Cuando parecía que sí, que ya todo el mundo estaba en su sitio en la escala social y ya no había crisis, en 2020… ¡llegó la pandemia! Siguió siendo una cuestión de supervivencia, pero ahora era una cuestión de salud; de vida o muerte. Y vino el confinamiento y volvió el terror económico. No había consumo; no había actividad; no se movía el dinero… ¿Cómo sobrevivimos? Por lo menos en Europa, la gestión fue acertada: acabar con la obsesión por la austeridad y ayudar a los que peor lo estaban pasando. Aceptar que atender a los más vulnerables es siempre una inversión. Que en la igualdad entre las diferentes regiones de Europa en el presente está la seguridad en el futuro. No se reprodujeron aquellos estúpidos episodios de los hombres de negro interviniendo las cuentas griegas.
En España los ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) nos salvaron la vida. Europa dijo sí y pudimos sacar la manguera para apagar el fuego, a costa de endeudar más al Estado, pero sabiendo que llegarían los programas Next Generation, a modo de planes Marshall europeos, para recuperar el pulso. Hay quien piensa que las políticas europeas de progreso han sido las que han preocupado de verdad a Rusia para explicar la guerra insolente y antigua provocada en Ucrania.
Pues sí. La guerra. Otra vez angustiados. Cuando parecía que salíamos de la segunda crisis. Cuando los científicos habían obrado el milagro de crear una vacuna en un año. (Sí, he dicho milagro: el trabajo de esos santos ha sido lo más parecido a un milagro). Cuando ya salíamos casi tranquilos de casa a comprar comida y cosas inútiles al supermercado… Putin decide que existen agravios económicos y políticos, que la gran Rusia había sido humillada tras la caída del muro de Berlín y que eso no puede ser. Ya basta con haber perdido el Telón de Acero. ¿Renunciar a Ucrania; sangre de su sangre? ¿Verla en la OTAN? Resultado: mueren inocentes, los precios de los combustibles se disparan y, con ellos, todos los demás. Aunque ya había llegado antes la inflación, a causa de la inyección de dinero público tanto en Europa como en EEUU, ésta se ha acabado disparando y todos a sufrir. La gasolina a más de dos euros y la luz, ni se sabe.
Pero Europa ha permanecido fuerte, en su sitio. Sorprendentemente unida ante las circunstancias adversas. Ha plantado cara a Putin afrontando una guerra económica y ha permitido, incluso, a España y Portugal regular el precio de la electricidad a la baja, separándola de la factura del gas, contraviniendo el criterio existente, porque son más débiles y porque, al fin y al cabo, su gas no viene de Rusia. Ha aplicado una política social con los vulnerables y ha sido dura con el tirano. Europa ha demostrado que está en las antípodas del neoliberalismo y la crisis democrática imperante en las economías emergentes y las grandes potencias. Europa tiene, además de cabeza, corazón. Un corazón democrático. Y ésa es la mejor inversión. Comparto las opiniones que piden fortalecer la unión política europea. Juntos somos más fuertes, y cuanto más juntos estemos, más fuertes seremos. ¡Por unos estados unidos de Europa!
¡Ah! No puedo irme si comentar las distancias cortas. Discúlpenme. Está de actualidad el show del espionaje telefónico, el penúltimo argumento indepe. Ruido y más ruido para que luego resulte que, según la prensa y diversos servicios oficiales, muchos dirigentes, periodistas y activistas de todo el mundo han sido o están siendo escuchados a través del programa Pegasus. Entre los políticos, destacan Emmanuel Macron, Boris Johson, Mohamed VI, Pedro Sánchez, Andrés Manuel López Obrador, Barhan Salih…
Así está el mundo. Todos se espían. No lo defiendo. Va en contra de todos los derechos elementales. Pero parece que es una práctica común y que nadie puede atribuirse el monopolio del victimismo. Sin embargo, un partido que dice que es de izquierdas ha puesto en peligro, como medida de presión ante el presunto espionaje recibido, que el Parlamento español aprobara un decreto con medidas económicas especiales para hacer frente a las consecuencias de la guerra en Ucrania. Antes había rechazado la reforma laboral. Por su comportamiento, no parece ni de izquierdas ni europeo.
Repasando cifras, datos, noticias… eso a lo que antes llamábamos hemeroteca, me doy de bruces con la situación que se generó tras la crisis de 2008, después de la explosión de la burbuja del tocho. ¿Recuerdan? El pobre Zapatero, negando la crisis, hablando de desaceleración… Le costó el puesto. España, Europa, el mundo entraron en una recesión de caballo que llevó a duplicar y triplicar cifras de desempleo. Vivimos con tanta angustia aquello que llegamos a llamarle la Tercera Guerra Mundial, que era económica. Nos explicaron que todo había sido culpa de los pobres, que se habían creído ricos viviendo por encima de sus posibilidades, y se habían endeudado demasiado. ¿El resultado? Nos fuimos todos al carajo. ¿Todos? Los ricos se hicieron más ricos. Según el Banco de España, los ciudadanos más ricos de España -el 10% más alto de la escala- pasaron de concentrar el 44% de la riqueza del país en 2008 al 53% en 2014.
¿Aquello se acabó? Cuando parecía que sí, que ya todo el mundo estaba en su sitio en la escala social y ya no había crisis, en 2020… ¡llegó la pandemia! Siguió siendo una cuestión de supervivencia, pero ahora era una cuestión de salud; de vida o muerte. Y vino el confinamiento y volvió el terror económico. No había consumo; no había actividad; no se movía el dinero… ¿Cómo sobrevivimos? Por lo menos en Europa, la gestión fue acertada: acabar con la obsesión por la austeridad y ayudar a los que peor lo estaban pasando. Aceptar que atender a los más vulnerables es siempre una inversión. Que en la igualdad entre las diferentes regiones de Europa en el presente está la seguridad en el futuro. No se reprodujeron aquellos estúpidos episodios de los hombres de negro interviniendo las cuentas griegas.
En España los ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) nos salvaron la vida. Europa dijo sí y pudimos sacar la manguera para apagar el fuego, a costa de endeudar más al Estado, pero sabiendo que llegarían los programas Next Generation, a modo de planes Marshall europeos, para recuperar el pulso. Hay quien piensa que las políticas europeas de progreso han sido las que han preocupado de verdad a Rusia para explicar la guerra insolente y antigua provocada en Ucrania.
Pues sí. La guerra. Otra vez angustiados. Cuando parecía que salíamos de la segunda crisis. Cuando los científicos habían obrado el milagro de crear una vacuna en un año. (Sí, he dicho milagro: el trabajo de esos santos ha sido lo más parecido a un milagro). Cuando ya salíamos casi tranquilos de casa a comprar comida y cosas inútiles al supermercado… Putin decide que existen agravios económicos y políticos, que la gran Rusia había sido humillada tras la caída del muro de Berlín y que eso no puede ser. Ya basta con haber perdido el Telón de Acero. ¿Renunciar a Ucrania; sangre de su sangre? ¿Verla en la OTAN? Resultado: mueren inocentes, los precios de los combustibles se disparan y, con ellos, todos los demás. Aunque ya había llegado antes la inflación, a causa de la inyección de dinero público tanto en Europa como en EEUU, ésta se ha acabado disparando y todos a sufrir. La gasolina a más de dos euros y la luz, ni se sabe.
Pero Europa ha permanecido fuerte, en su sitio. Sorprendentemente unida ante las circunstancias adversas. Ha plantado cara a Putin afrontando una guerra económica y ha permitido, incluso, a España y Portugal regular el precio de la electricidad a la baja, separándola de la factura del gas, contraviniendo el criterio existente, porque son más débiles y porque, al fin y al cabo, su gas no viene de Rusia. Ha aplicado una política social con los vulnerables y ha sido dura con el tirano. Europa ha demostrado que está en las antípodas del neoliberalismo y la crisis democrática imperante en las economías emergentes y las grandes potencias. Europa tiene, además de cabeza, corazón. Un corazón democrático. Y ésa es la mejor inversión. Comparto las opiniones que piden fortalecer la unión política europea. Juntos somos más fuertes, y cuanto más juntos estemos, más fuertes seremos. ¡Por unos estados unidos de Europa!
¡Ah! No puedo irme si comentar las distancias cortas. Discúlpenme. Está de actualidad el show del espionaje telefónico, el penúltimo argumento indepe. Ruido y más ruido para que luego resulte que, según la prensa y diversos servicios oficiales, muchos dirigentes, periodistas y activistas de todo el mundo han sido o están siendo escuchados a través del programa Pegasus. Entre los políticos, destacan Emmanuel Macron, Boris Johson, Mohamed VI, Pedro Sánchez, Andrés Manuel López Obrador, Barhan Salih…
Así está el mundo. Todos se espían. No lo defiendo. Va en contra de todos los derechos elementales. Pero parece que es una práctica común y que nadie puede atribuirse el monopolio del victimismo. Sin embargo, un partido que dice que es de izquierdas ha puesto en peligro, como medida de presión ante el presunto espionaje recibido, que el Parlamento español aprobara un decreto con medidas económicas especiales para hacer frente a las consecuencias de la guerra en Ucrania. Antes había rechazado la reforma laboral. Por su comportamiento, no parece ni de izquierdas ni europeo.
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