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Jueves, 28 de Julio de 2022
OPINIÓN

Barcelona 92: un éxito colectivo

ÁNGEL T. GARCÍA. Periodista

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Hace 30 años, por estas fechas, fui muy feliz. No se confundan. Lo he sido muchas otras veces; tengo pareja, soy padre, tengo trabajo y vivo en el acomodado Occidente. Pero hace tres décadas tuve el honor de colaborar con la organización de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Aquel éxito colectivo me enorgulleció en lo personal y no recuerdo que ninguna otra aventura común con gente desconocida me haya llenado tanto. Mi misantropía hace que me cueste mucho identificarme con ningún proyecto compartido.

 

Pero en 1992 pertenecí a un equipo. Un grupo numeroso, de cerca de 40 millones de personas, que apoyaba una causa afrontada con dinero público y que entendía que era una inversión de futuro en imagen y modernidad. De esos 40 millones de españoles, 6 millones eran catalanes y 1,5; barceloneses. Desde el Baix Llobregat acudí pletórico –con 25 años– a sentirme barcelonés, catalán, español y ciudadano universal con orgullo y santa inocencia.

 

Barcelona 92 fue una causa común, de los barrios y de los centros, de las izquierdas y las derechas, de los pijos y los quillos. Nuestros Juegos Olímpicos debían situarnos en el mapa mundial como país emergente tras la noche de la dictadura y el amanecer de la Transición. Tenían que llamar la atención de que, aquí, además de sol, paella y sangría, había inteligencia, modernidad y capacidad de organización.

 

Y brillamos. Y aún me emociono cuando repaso las imágenes que han pasado a la posteridad y que colocan a aquellos juegos como los mejores de la historia. El arquero, los Manolos, Fermín Cacho… Los guiris lo pasaron estupendamente, descubriéndonos fuera de los tópicos, y nosotros, que nos creíamos inferiores, crecimos de golpe varios centímetros. Nos despertamos de aquello orgullosos y europeos.

 

Sí, ya sé que hubo quien lo pasó mal. Por ejemplo, el propio presidente autonómico de entonces, un tipo que duró muchos años en el poder y luego resultó ser presuntamente corrupto. (A falta de juicio, ¡vivan los adverbios de modo!). A él y a su sistema le interesaba más que siguiéramos siendo aldeanos y no perder sus principales argumentos: el victimismo y el nacionalismo provinciano. ¿Se acuerdan de aquella campaña “Catalonia is an opressed nation”? Los mismos que la protagonizaron nos robaron la celebración del 25 aniversario de los Juegos en 2017, con un formidable atentado contra la convivencia en Catalunya.

 

Pero dejémoslo correr. No merece la pena. Solo ha sido un párrafo de mal rollo y pido disculpas. Hoy toca recordar aquella efeméride que significó para Barcelona, Catalunya y España un gran salto adelante. Ya sé que soy casi un boomer y que lo que he escrito es un puro canto a la nostalgia, pero, chavales, poneos las pilas y trabajad para recuperar el espíritu de Barcelona 92. Funcionó y algo parecido debería servir para vuestro futuro.

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