OPINIÓN
La peligrosa normalidad
MARI CARMEN GALLEGO. Periodista
![[Img #44818]](https://elfar.cat/upload/images/10_2022/4484_mari-carmen-gallego.jpg)
Hace ya ocho meses de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, cuatro desde que pagamos la gasolina a más de dos euros y una vez más la Generalitat prorroga su presupuesto. Las prórrogas y ratificaciones, más allá del periodo estipulado, han sido la norma en los últimos años.
Y todo nos parece normal. El ritmo de vida que llevamos, la rapidez que nos impone la sociedad, y que permitimos que nos arrastre, hace que no nos paremos a reflexionar y que tomemos como normales cosas que no lo son, que sólo son habituales.
Cuando un hecho se prolonga en el tiempo deja de ser novedoso y como consecuencia deja de ser noticia. Se deja de hablar de ello en los medios de comunicación, no centra los debates de sobremesa y no acapara nuestra atención. Es por ello que el tema recurrente de conversación, después de ocho meses, ya no son los ciudadanos de Ucrania, a los que siguen destrozando sus casas y ciudades, en el mejor de los casos, y que siguen perdiendo la vida, en el peor de ellos.
Después de meses pagando el combustible a precios desorbitados ahora la novedad es la posible retirada de la ayuda de 20 céntimos por litro por parte del Gobierno. Y después de la salida de Junts del Govern de la Generalitat, la inestabilidad es algo a lo que ya estamos acostumbrados, ahora la novedad es que el presupuesto, que hace unas semanas era bueno, no se aprueba y se prorroga el actual.
Y esto es algo a lo que también estamos acostumbrados a raíz de la paralización que sufre el país. Unos presupuestos prorrogados significan una paralización de la obra pública, de programas de inserción social o atracción de inversión para la creación de ocupación. Pero eso ya no es noticia. Como tampoco lo es un nuevo relevo al frente de los Mossos d’Esquadra. Pues nada, suma y sigue.
Hace ya ocho meses de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, cuatro desde que pagamos la gasolina a más de dos euros y una vez más la Generalitat prorroga su presupuesto. Las prórrogas y ratificaciones, más allá del periodo estipulado, han sido la norma en los últimos años.
Y todo nos parece normal. El ritmo de vida que llevamos, la rapidez que nos impone la sociedad, y que permitimos que nos arrastre, hace que no nos paremos a reflexionar y que tomemos como normales cosas que no lo son, que sólo son habituales.
Cuando un hecho se prolonga en el tiempo deja de ser novedoso y como consecuencia deja de ser noticia. Se deja de hablar de ello en los medios de comunicación, no centra los debates de sobremesa y no acapara nuestra atención. Es por ello que el tema recurrente de conversación, después de ocho meses, ya no son los ciudadanos de Ucrania, a los que siguen destrozando sus casas y ciudades, en el mejor de los casos, y que siguen perdiendo la vida, en el peor de ellos.
Después de meses pagando el combustible a precios desorbitados ahora la novedad es la posible retirada de la ayuda de 20 céntimos por litro por parte del Gobierno. Y después de la salida de Junts del Govern de la Generalitat, la inestabilidad es algo a lo que ya estamos acostumbrados, ahora la novedad es que el presupuesto, que hace unas semanas era bueno, no se aprueba y se prorroga el actual.
Y esto es algo a lo que también estamos acostumbrados a raíz de la paralización que sufre el país. Unos presupuestos prorrogados significan una paralización de la obra pública, de programas de inserción social o atracción de inversión para la creación de ocupación. Pero eso ya no es noticia. Como tampoco lo es un nuevo relevo al frente de los Mossos d’Esquadra. Pues nada, suma y sigue.
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