OPINIÓN
La política y la información, ciencias moribundas
ÁNGEL T. GARCÍA. Periodista
![[Img #45583]](https://elfar.cat/upload/images/12_2022/8583_angel-t-garcia-copia.jpg)
¿Qué? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué consecuencias conlleva? ¿Cuánto ha costado? ¿Y qué más puedo contarte para informar? Son las “W” del Paradigma de Lasswell a las que deben responder una noticia; una información de interés. En los años 80, en la facultad de Ciencias de la Información, nos lo explicaban con cuidado, porque “el Nuevo Periodismo” comenzaba ya a desordenar los conceptos. Periodistas con ambiciones literarias ya comenzaban a manipular la información para “contar historias” que preferentemente vendieran un final feliz o morboso. Aun así, nadie había demostrado que la fórmula del paradigma no fuera imbatible a la hora de redactar noticias. El resultado era la claridad, la concisión y la concreción.
Desgraciadamente, ahora, cuando la información ya no se considera una ciencia, en medio de tanto ruido, si encuentras una noticia bien hecha te das cuenta de cuánto hemos perdido. La gran mayoría de los textos periodísticos son opinión o publicidad, o pura mercadotecnia (o “marketing”, como dicen los más listos). Se llenan de adjetivos, comentarios y subjetividades.
A la información le ha pasado lo mismo que a la política. Se ha perdido la ciencia. Se ha sustituido el texto informativo por el relato. En la política, se ha cambiado la ideología por el populismo. Ambas disciplinas han utilizado el mismo instrumento: la demagogia. Vivimos tiempos tristes, en los que Estados Unidos, el país presuntamente más importante del mundo, paradigma de la democracia, fue dirigido durante cuatro años por un populista ridículo y pertinaz. Y en la vieja Europa cualquier ignorante se inventa un partido y promete con éxito que resolverá fácilmente problemas antiguos.
Los extremismos antidemocráticos se mueven como pez en el agua en estos tiempos de redes sociales, en los que la democracia sufre en manos de la libertad de expresión mal entendida. Todo vale, y “se comunica” desde twitter u otras marcas mezclando descaradamente opinión e información, en un bolo alimenticio que muchas personas se tragan creyendo que son la “opinión pública”. Zasca tras zasca, insultos y chascarrillos más o menos ocurrentes se van adueñando del debate. Los asuntos son siempre polémicos y las posiciones, encontradas. Y duran un día; mañana, a otra cosa.
Ya en el mundo real, se siente mucha vergüenza ajena cuando se escuchan las intervenciones maleducadas de Vox en el Parlamento y cierto rubor cuando un ex vicepresidente del gobierno pontifica desde los medios de comunicación destruyendo cuantos más puentes mejor. En Catalunya, el partido más votado es el más vetado y los herederos del pujolismo se han echado al monte de una entelequia. El mundo de la política está del revés.
En el ámbito del periodismo también es lamentable, por ejemplo, observar cómo se está perdiendo la elegancia en la aplicación de las líneas editoriales o las orientaciones ideológicas de los medios. La opinión se adueña de la información y se manipulan burdamente las noticias. En vez de explicar lo que ocurre, en su complejidad, respetando la inteligencia del lector, oyente o televidente, se resume, se juzga y sentencia. Vivimos tiempos de extremismos, tanto políticos como informativos.
La política y la información, como la economía, la psicología o los asuntos sociales son ciencias. Su desarrollo debería seguir criterios de rigor y veracidad. Pero, desgraciadamente, han sufrido ataques negacionistas masivos y, ya casi normalmente, son la sombra de lo que los manuales enseñan en las facultades. Sueño con un mundo en el que los políticos hagan política y sean los periodistas los que informen. Y todos y todas lo hagan honestamente.
¿Qué? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué consecuencias conlleva? ¿Cuánto ha costado? ¿Y qué más puedo contarte para informar? Son las “W” del Paradigma de Lasswell a las que deben responder una noticia; una información de interés. En los años 80, en la facultad de Ciencias de la Información, nos lo explicaban con cuidado, porque “el Nuevo Periodismo” comenzaba ya a desordenar los conceptos. Periodistas con ambiciones literarias ya comenzaban a manipular la información para “contar historias” que preferentemente vendieran un final feliz o morboso. Aun así, nadie había demostrado que la fórmula del paradigma no fuera imbatible a la hora de redactar noticias. El resultado era la claridad, la concisión y la concreción.
Desgraciadamente, ahora, cuando la información ya no se considera una ciencia, en medio de tanto ruido, si encuentras una noticia bien hecha te das cuenta de cuánto hemos perdido. La gran mayoría de los textos periodísticos son opinión o publicidad, o pura mercadotecnia (o “marketing”, como dicen los más listos). Se llenan de adjetivos, comentarios y subjetividades.
A la información le ha pasado lo mismo que a la política. Se ha perdido la ciencia. Se ha sustituido el texto informativo por el relato. En la política, se ha cambiado la ideología por el populismo. Ambas disciplinas han utilizado el mismo instrumento: la demagogia. Vivimos tiempos tristes, en los que Estados Unidos, el país presuntamente más importante del mundo, paradigma de la democracia, fue dirigido durante cuatro años por un populista ridículo y pertinaz. Y en la vieja Europa cualquier ignorante se inventa un partido y promete con éxito que resolverá fácilmente problemas antiguos.
Los extremismos antidemocráticos se mueven como pez en el agua en estos tiempos de redes sociales, en los que la democracia sufre en manos de la libertad de expresión mal entendida. Todo vale, y “se comunica” desde twitter u otras marcas mezclando descaradamente opinión e información, en un bolo alimenticio que muchas personas se tragan creyendo que son la “opinión pública”. Zasca tras zasca, insultos y chascarrillos más o menos ocurrentes se van adueñando del debate. Los asuntos son siempre polémicos y las posiciones, encontradas. Y duran un día; mañana, a otra cosa.
Ya en el mundo real, se siente mucha vergüenza ajena cuando se escuchan las intervenciones maleducadas de Vox en el Parlamento y cierto rubor cuando un ex vicepresidente del gobierno pontifica desde los medios de comunicación destruyendo cuantos más puentes mejor. En Catalunya, el partido más votado es el más vetado y los herederos del pujolismo se han echado al monte de una entelequia. El mundo de la política está del revés.
En el ámbito del periodismo también es lamentable, por ejemplo, observar cómo se está perdiendo la elegancia en la aplicación de las líneas editoriales o las orientaciones ideológicas de los medios. La opinión se adueña de la información y se manipulan burdamente las noticias. En vez de explicar lo que ocurre, en su complejidad, respetando la inteligencia del lector, oyente o televidente, se resume, se juzga y sentencia. Vivimos tiempos de extremismos, tanto políticos como informativos.
La política y la información, como la economía, la psicología o los asuntos sociales son ciencias. Su desarrollo debería seguir criterios de rigor y veracidad. Pero, desgraciadamente, han sufrido ataques negacionistas masivos y, ya casi normalmente, son la sombra de lo que los manuales enseñan en las facultades. Sueño con un mundo en el que los políticos hagan política y sean los periodistas los que informen. Y todos y todas lo hagan honestamente.
Patricia Aliu | Jueves, 13 de Abril de 2023 a las 16:51:47 horas
Y yo sueño con un mundo en que haya personas que escriban, al menos, la mitad de bien que tú. Gracias por compartir tu opinión clara, concisa y concreta. Como en tu sueño.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder