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Jueves, 02 de Febrero de 2023
OPINIÓN

La autovía de la dignidad

ANTONIO BALMÓN. Alcalde de Cornellà

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El análisis del Observatorio del Consell Comarcal del Baix Llobregat sobre las rentas del año 2020 destaca que el 28,9% de las declaraciones del IRPF tienen una base imponible menor de 12.000 euros, y las rentas de trabajo suponen un 82,5% de la renta de la comarca.


Estos datos indican con claridad que, para evitar el estancamiento social, hay que reforzar las condiciones económicas y sociales del trabajo.


El recién anunciado aumento del salario mínimo interprofesional y la actualización de las pensiones van en esta dirección. Ambas medidas, decididas por el Gobierno central, refuerzan aspectos positivos para superar esas franjas preocupantes de vulnerabilidad social, y demuestran que no es verdad que haya que conformarse o resignarse a afrontar las crisis tan solo con recortes.


Ahora bien, a mi juicio, algunos riesgos continúan presentes, aunque de una forma aún poco perceptible. Me refiero a algunas tentaciones de sustituir la defensa del trabajo por la universalización del subsidio. En la defensa de las políticas progresistas no cabe otro horizonte que promover el trabajo y actuar permanentemente para mejorar sus condiciones estructurales y salariales. Trabajo y salario digno son objetivos permanentes. La protección social es correcta para atender a las personas más vulnerables en situaciones de crisis económica, pero no puede transformarse en un modo estable y permanente de vivir de forma subsidiada.


El subsidio es para regresar a la autovía de la dignidad, no para estancarse y sobrevivir en una vía muerta. Confrontar trabajo y subsidio no hará más que dar alas a una nueva fractura social entre los sectores más débiles. Y puede inducir a aquellos que trabajan y tienen dificultades para poder acceder a bienes comunitarios, a pensar que el progresismo tan solo está interesado en proteger la asistencia social. Hay que estar atentos para detener esta percepción, más evidente en comunidades donde conviven personas sometidas a esta sensación de dicotomía, y que conduce a la perversión de que los ciudadanos que se consideren perjudicados queden en manos del populismo. Éste se alimenta de las impotencias, no para resolver los problemas, sino para inocular su gregarismo racial y social.

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