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Jueves, 09 de Febrero de 2023
OPINIÓN

Serrat es de todos

ÁNGEL T. GARCÍA. Periodista

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Hoy no voy a ser el tipo enfadado que aprovecha la oportunidad de escribir contra lo que le parece injusto, como normalmente hago. Hoy voy a ser solo un fan que despide a su ídolo con los ojos llorosos y con el corazón encogido por el adiós. El paso inexorable del tiempo ha hecho que Joan Manuel Serrat haya colgado el micrófono, a los 79 años y tras 57 de actividad profesional. Una jubilación merecida, a la que tuve el honor de asistir en el Palau Sant Jordi estas navidades.


Serrat ha sido el referente de varias generaciones desde el compromiso, desde la valentía que le obligó a abandonar su país por defender sus ideas, su idioma y su cultura. A Serrat le echó de España Franco y no le dejó entrar Pinochet en Chile. Al final, se ha ido criticado solo por cuatro descerebrados independentistas, que se han apuntado al club de los intolerantes, del que forman parte los dos sátrapas citados anteriormente.


Lo siento. Ya ha salido el pendenciero que llevo dentro. Y es precisamente lo que Serrat no ha sido nunca. Pese a su indiscutible posicionamiento político, no necesitó de letras incendiarias ni mensajes demasiado directos para ser un referente. Capaz de crear bellísimos poemas con la colaboración de las musas, también se desenvuelve perfectamente entre obras sencillas, sean letras suyas o no. Fue capaz, por ejemplo, de levantar pasiones explicando que, en su calle, en fiestas, había luces lilas, rojas y amarillas, en un simplón pero potente alegato republicano.


Muchos no tendremos jamás suficientes palabras para agradecerle sus homenajes a Antonio Machado, Miguel Hernández, Mario Benedetti o Joan Salvat Papasseit, entre otros poetas. Yo mismo he sido incapaz de escuchar la versión serratiana de Nanas de Cebolla sin emocionarme. ¿Y qué decir de sus clásicos que ya deberían ser patrimonio de la humanidad? Cada seguidor debe tener su playlist de éxitos. A mí, que no me quiten Mediterráneo, Lucía, Balada de Otoño, Pare, Paraules d’Amor, La Saeta, Penélope, Tu nombre me sabe a hierba, Romance de Curro el Palmo, La Tieta, Pueblo Blanco (escrita en Mojácar; mi Mojácar)… En fin, ¡tantas! Cuando te das cuenta, el bagaje que este hombre ha dejado en muchos de nosotros y nosotras es tan amplio que es imposible reducirlo a unos cuantos títulos.


Sin embargo, quiero destacar el tema Caminito de la obra, creación menor para los escaparates musicales, pero que para mí es enorme. Está en el disco Para piel de Manzana (1975) y es la historia de un inmigrante andaluz que trata de cimentar su vida en Catalunya. El protagonista de esta historia muestra su amor y desamor por su puta vida de inmigrante. Moría el franquismo y Serrat abría otra ventana a la tolerancia, la convivencia y el mestizaje. Búsquenla. ¡En ella veo reflejada a tantas personas de mi barrio!


Se ha ido como ha triunfado. Cantando y pensando en los dos idiomas indistintamente, sin problemas. Serrat ha sido el aceite que ha lubricado la relación entre catalanes, gustando a (casi) todo el mundo. Por no hablar del resto de España o Latinoamérica, donde es idolatrado. Nunca se le ha subido la fama a la cabeza, a pesar de que ha liderado, sin pretenderlo, una forma de ser. Gracias por todo, Joan Manuel. Nos queda tu discografía y, espero, tus apariciones esporádicas en los medios. Nos seguirán importando tus opiniones.

 

 

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