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Jueves, 16 de Febrero de 2023
OPINIÓN

Debates y peligros

JUAN CARLOS RUIZ. Periodista

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Quienes crecimos con la transición democrática vivimos una época en que el debate político era no solo enriquecedor, sino una novedad tan absoluta que abría un mundo de luz y de ideas nuevas frente al oscurantismo del régimen dictatorial que dejábamos atrás.

 

Los diarios de la época, las radios y la televisión empezaron a ofrecer visiones que huían del discurso uniforme y falsamente apolítico que había imperado las últimas cuatro décadas. Y que abarcaban un espectro que iba de la recalcitrante ultraderecha que veía perder sus privilegios hasta una izquierda revolucionaria de tintes soviéticos, trotskistas o maoístas, pasando por centristas que abrazaban la democracia con moderación.

 

Los combates dialécticos eran comparados con definiciones propias del boxeo, entonces aún deporte de masas: el fino estilista contra el duro fajador. La astucia y la mano izquierda contra el arrojo y la impenetrabilidad.

 

Por todo lo que esa efervescencia democrática significaba, el paso de una época absolutista a otra ilustrada, la confrontación de ideas como acicate en pro de una nueva sociedad, cuesta asimilar los discursos que desde algunos sectores se plantean hoy día cuando se abordan cuestiones que pueden dar lugar a encedido debate.

 

Ha pasado con el procés soberanista, cuyos detractores denostaban porque fracturaba la sociedad catalana. La ley del sí es sí, antes de la polémica actual por la rebaja de condenas, fue criticada por algunas voces ultramontantas que la veían como un ataque a los hombres.

 

Y qué decir de los negacionistas del cambio climático. No se cuestiona el contenido, se cuestiona el debate en sí. Oigo a un tertuliano decir que quienes se oponen a ampliar el aeropuerto de El Prat lo hacen movidos por una voluntad de embarrancar proyectos de futuro.

 

Cuando no se quieren abordar ciertos debates es porque quieres preservar el tuyo. Y de esta manera acecha un nuevo peligro de retroceso en las conquistas del último medio siglo. Una vuelta a la figura del falso apolítico. Figura que encarna a la perfección la siguiente frase atribuida al dictador Franco en una conversación: “Haga usted como yo, que no me meto en política”.

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