OPINIÓN
Crispación para volver al bipartidismo
ÁNGEL T. GARCÍA. Periodista
El dato más importante trasladable a las elecciones generales del próximo 23 de julio (y casi el único) es que el PP obtuvo 7 millones de votos (31,5%) frente a 6,3 millones del PSOE (28,11%). Hay quien dice que ha sido un descalabro para Pedro Sánchez, y sí que es una derrota, pero no es tan severa como muchos hubieran querido (entre ellos los dueños patriotas de Ferrovial desde Holanda). Contra lo que predicaban la mayoría de medios de comunicación, hay partido.
"Hay partido" es sólo una expresión que se refiere a que aún puede haber contienda. En el otro sentido de la palabra, en el sistema político central español vuelve a haber dos partidos: PSOE y PP. Las formaciones de la llamada "nueva política", que tanto excitaron al parlamento de papel e ilusionaron a muchos, languidecen. Ciudadanos ha muerto y Podemos se divide y subdivide a la velocidad de la falsa bacteria de la Amenaza de Andrómeda. Y la excisión del PP por la derecha, Vox, no tiene futuro en un mundo sin Podemos.
En todo caso, a Vox aún le queda recorrido -como lo han tenido Podemos y Ciudadanos- y si llega al poder ayudando al PP tendrá que descafeinarse. Vamos, que no es tan fácil ilegalizar partidos, que las mujeres y hombres son iguales y que las libertades de las minorías no pueden limitarse. Tampoco se pueden expulsar a los inmigrantes ni prohibir por prohibir aquello que no nos gusta. Quedará, eso sí, ese discurso rancio y naif que rechaza lo diferente y atemoriza a la población hablando continuamente de inseguridad. Y las perlas sobre el aborto del prohombre que cogobierna Castilla y León o el negacionismo vergonzante del cambio climático realizado en el Parlamento, entre otras ocurrencias.
El bipartisimo está volviendo. Para que esto esté siendo posible, ambos partidos centrales han debido extremarse en su discurso allá hasta donde les ha dejado la lógica ideológica con el fin de competir con quien les estaban comiendo la tostada desde el corner. El resultado está siendo una crispación que es inconveniente para la paz social y política. Feijoó ya ha anunciado que derogará leyes si llega al poder. ¿Por dónde empezará? ¿Por la reforma laboral? ¿Por el incrementado salario mínimo profesional?
Han sido tres años y medio de beligerancia extrema, negando la legitimidad del Gobierno de coalición porque contaba con el apoyo de los independentistas. Pero, almas de cántaro, ¡si a vosotros os apoya la extrema derecha! Si gobierna el PP, que ya veremos, la izquierda ya tiene relato: ¡el gobierno del PP es ilegítimo porque lo apoyan los negacionistas ultras! Y así vamos a estar, en una guerra civil incruenta y estúpida, de dimes y diretes.
Este mismo enfrentamiento, o parecido, también se vive en la España periférica que tiene otro sistema de partidos. La crispación crece en el debate político. En Catalunya, no hay que olvidarlo, gobierna un partido que no ganó las elecciones, apoyado más o menos por el que las ganó. Es kafkiano y será digno de estudio por parte de los politólogos del siglo XXII. En Euskadi van haciendo negocio, recogiendo lo sembrado; en la paz también mandan los mismos, por la gracia de Dios. Poco más de decir de las demás.
En fin, en ocho semanas, elecciones generales. Van a seguir siendo tiempos crispados, porque el partido mayoritario en el poder sacará también las garras. Felicidades para quien le guste este tipo de política. Los que apostamos por el sosiego, el consenso y el pacto social que nos lleve al progreso lo vamos a seguir pasando fatal.
El dato más importante trasladable a las elecciones generales del próximo 23 de julio (y casi el único) es que el PP obtuvo 7 millones de votos (31,5%) frente a 6,3 millones del PSOE (28,11%). Hay quien dice que ha sido un descalabro para Pedro Sánchez, y sí que es una derrota, pero no es tan severa como muchos hubieran querido (entre ellos los dueños patriotas de Ferrovial desde Holanda). Contra lo que predicaban la mayoría de medios de comunicación, hay partido.
"Hay partido" es sólo una expresión que se refiere a que aún puede haber contienda. En el otro sentido de la palabra, en el sistema político central español vuelve a haber dos partidos: PSOE y PP. Las formaciones de la llamada "nueva política", que tanto excitaron al parlamento de papel e ilusionaron a muchos, languidecen. Ciudadanos ha muerto y Podemos se divide y subdivide a la velocidad de la falsa bacteria de la Amenaza de Andrómeda. Y la excisión del PP por la derecha, Vox, no tiene futuro en un mundo sin Podemos.
En todo caso, a Vox aún le queda recorrido -como lo han tenido Podemos y Ciudadanos- y si llega al poder ayudando al PP tendrá que descafeinarse. Vamos, que no es tan fácil ilegalizar partidos, que las mujeres y hombres son iguales y que las libertades de las minorías no pueden limitarse. Tampoco se pueden expulsar a los inmigrantes ni prohibir por prohibir aquello que no nos gusta. Quedará, eso sí, ese discurso rancio y naif que rechaza lo diferente y atemoriza a la población hablando continuamente de inseguridad. Y las perlas sobre el aborto del prohombre que cogobierna Castilla y León o el negacionismo vergonzante del cambio climático realizado en el Parlamento, entre otras ocurrencias.
El bipartisimo está volviendo. Para que esto esté siendo posible, ambos partidos centrales han debido extremarse en su discurso allá hasta donde les ha dejado la lógica ideológica con el fin de competir con quien les estaban comiendo la tostada desde el corner. El resultado está siendo una crispación que es inconveniente para la paz social y política. Feijoó ya ha anunciado que derogará leyes si llega al poder. ¿Por dónde empezará? ¿Por la reforma laboral? ¿Por el incrementado salario mínimo profesional?
Han sido tres años y medio de beligerancia extrema, negando la legitimidad del Gobierno de coalición porque contaba con el apoyo de los independentistas. Pero, almas de cántaro, ¡si a vosotros os apoya la extrema derecha! Si gobierna el PP, que ya veremos, la izquierda ya tiene relato: ¡el gobierno del PP es ilegítimo porque lo apoyan los negacionistas ultras! Y así vamos a estar, en una guerra civil incruenta y estúpida, de dimes y diretes.
Este mismo enfrentamiento, o parecido, también se vive en la España periférica que tiene otro sistema de partidos. La crispación crece en el debate político. En Catalunya, no hay que olvidarlo, gobierna un partido que no ganó las elecciones, apoyado más o menos por el que las ganó. Es kafkiano y será digno de estudio por parte de los politólogos del siglo XXII. En Euskadi van haciendo negocio, recogiendo lo sembrado; en la paz también mandan los mismos, por la gracia de Dios. Poco más de decir de las demás.
En fin, en ocho semanas, elecciones generales. Van a seguir siendo tiempos crispados, porque el partido mayoritario en el poder sacará también las garras. Felicidades para quien le guste este tipo de política. Los que apostamos por el sosiego, el consenso y el pacto social que nos lleve al progreso lo vamos a seguir pasando fatal.










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