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Jueves, 08 de Junio de 2023
OPINIÓN

Es hora de ponerse las pilas

JUAN CARLOS RUIZ. Periodista

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Los bajos índices de comprensión lectora del alumnado de primaria, especialmente en Catalunya (a la cola de Europa), recientemente publicados por un informe internacional, representan una inmensa bofetada que debería hacer reaccionar a todos los estamentos, tanto educativos como familiares.

 

Cada uno en la cuota que le corresponda. No es hora de buscar quién es más culpable, sino de repensar conjuntamente qué educación deben recibir los preadolescentes y adolescentes de hoy, envueltos de pantallas y de tacticidad móvil hasta tal extremo que les hacen ver los libros y el papel impreso como vestigios de otra época.

 

Y no solo eso. A una gran mayoría ni siquiera les atrae la lectura de noticias o de otros textos en páginas web. Como si los párrafos de más de dos líneas, aún con construcciones básicas de sujeto, verbo y predicado, les resultara farragoso. Desde luego, no aspiro a que estén leyendo este artículo.

 

Y si consumen piezas informativas –o mejor dicho, pseudoinformativas–, suele primar en éstas la parte audiovisual, con textos o mensajes excesivamente esquemáticos, demasiado para adentrarse en los matices y en las aristas de cada afirmación.

 

Un caso reciente: la noticia sobre los resultados preliminares de una investigación de la NASA sobre los ovnis. Una lectura detenida es capaz de captar la complejidad y la relatividad del asunto. Lo que ha llegado a mucha parte de la población, y especialmente a los jóvenes a través de su teléfono móvil, es que los ovnis existen al estilo ‘Encuentros en la tercera fase’.

 

A la cuota de responsabilidad de comunidad educativa y familiar, sumemos también la de los medios de comunicación, cada vez más tendentes hacia la simplificación de las informaciones.

 

Y si calan este tipo de mensajes, cómo no lo han de hacer los que se lanzan desde posiciones de ultraderecha –en muchas ocasiones, disimuladamente, logrando pasar incluso por ciudadanos que defienden sus derechos– contra la inmigración o contra la presunta ocupación indiscriminada de pisos de particulares. Mejor simplificar, generalizar y estigmatizar que ahondar en razonamientos y actuar según cada caso.

 

Así, no es de extrañar que empiece a aparecer en las encuestas oficiales que partidos ultras y populistas están entre los preferidos por la juventud. Ésta es la realidad y urge cambiarla ante unas elecciones a la vuelta de la esquina que vendrá cargada de mensajes simplones pero efectivos.

 

¿Cómo hacerlo? En algunos países europeos –la realidad es global, al menos en las autoconsideradas sociedades desarrolladas– ya se plantean medidas para frenar la digitalización de las aulas (Suecia) o el uso del móvil en edades demasiado tempranas (Irlanda). Seguro que no son del agrado de los apóstoles neoliberales, pero cuándo se han preocupado éstos por los avances de la ultraderecha o la desigualdad de conocimientos (el filósofo José Antonio Marina viene a decir que en su defensa de la libertad nunca incluyen los derechos humanos). O recargamos pilas o esta batería se nos acaba.

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