OPINIÓN
EDITORIAL: La duodécima legislatura municipal echa a andar afrontando grandes retos
MARÍA JOSÉ ESPINOSA. Directora de ELFAR.CAT
![[Img #48770]](https://elfar.cat/upload/images/06_2023/1841_maria-jose.jpg)
La constitución, el pasado sábado, de los ayuntamientos -tras los comicios del 28 de mayo- ha dado paso a la duodécima legislatura municipal. Los resultados electorales situaron nuevamente al PSC como fuerza hegemónica en el Baix Llobregat y en L’Hospitalet, tras obtener el 34,35% de los sufragios y hacerse con la victoria en 19 ciudades.
Los socialistas comienzan el mandato ostentando 18 alcaldías del territorio. En cinco municipios liderarán los consistorios con mayoría absoluta, y en casi todos los demás han alcanzado acuerdos con otras formaciones para configurar gobiernos estables.
Unos gobiernos que tienen la obligación –al igual que la lícita oposición- de trabajar en pro de sus ciudadanos durante estos próximos cuatro años, encarando los problemas más acuciantes y afrontando los grandes retos que tenemos por delante. La anterior legislatura estuvo marcada, irremediablemente, por la pandemia del COVID-19, lo que obligó a los consistorios a reformular todas aquellas prioridades que se marcaron al inicio del mandato para adaptarlas a la situación de excepcionalidad. Ahora es el momento de volverlas a poner en primera línea.
Sin duda, es preferente seguir profundizando en la cohesión social, con medidas estructurales para evitar que aumente la exclusión, las desigualdades o la marginalidad; así como proseguir con la reactivación económica de nuestros municipios, evitando que nadie se quede atrás. Todas y todos hemos de contar con los mismos derechos y obligaciones en el marco de una sociedad igualitaria.
Pero también es necesario seguir encontrando herramientas para facilitar el acceso a la vivienda; mejorar la movilidad y nuestras infraestructuras; tomar medidas más contundentes y eficaces para hacer frente a la emergencia climática -acelerando la imprescindible transformación hacia una energía limpia y un futuro descarbonizado-; ofrecer unos servicios públicos esenciales de calidad; seguir resolviendo las deficiencias que aún presenta nuestro mercado de trabajo y modelo productivo, garantizando unas condiciones laborales dignas; reafirmar las políticas locales feministas para plantar cara a las violencias machistas, mejorar los índices de recogida selectiva de residuos o proyectar, con el máximo consenso posible, el futuro de los espacios naturales del Delta y del Parque Agrario.
Éstos son algunos de los grandes desafíos más inmediatos que deben abordar los nuevos gobiernos que han salido escogidos de las urnas, después de una jornada electoral en la que volvió a ser protagonista la elevada abstención, que se situó en el 46,38%, nueve puntos más que en los comicios de 2019. Es decir, casi la mitad de los electores decidió no acercarse a su colegio electoral para ejercer el derecho al voto.
Ese desapego a la participación democrática es más que preocupante, por lo que todos deberíamos hacer una profunda reflexión al respecto, analizar el porqué de esta situación y comenzar a buscar fórmulas para que se invierta esta peligrosa tendencia. Curar la herida abierta de la abstención debería ser una responsabilidad colectiva.
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La constitución, el pasado sábado, de los ayuntamientos -tras los comicios del 28 de mayo- ha dado paso a la duodécima legislatura municipal. Los resultados electorales situaron nuevamente al PSC como fuerza hegemónica en el Baix Llobregat y en L’Hospitalet, tras obtener el 34,35% de los sufragios y hacerse con la victoria en 19 ciudades.
Los socialistas comienzan el mandato ostentando 18 alcaldías del territorio. En cinco municipios liderarán los consistorios con mayoría absoluta, y en casi todos los demás han alcanzado acuerdos con otras formaciones para configurar gobiernos estables.
Unos gobiernos que tienen la obligación –al igual que la lícita oposición- de trabajar en pro de sus ciudadanos durante estos próximos cuatro años, encarando los problemas más acuciantes y afrontando los grandes retos que tenemos por delante. La anterior legislatura estuvo marcada, irremediablemente, por la pandemia del COVID-19, lo que obligó a los consistorios a reformular todas aquellas prioridades que se marcaron al inicio del mandato para adaptarlas a la situación de excepcionalidad. Ahora es el momento de volverlas a poner en primera línea.
Sin duda, es preferente seguir profundizando en la cohesión social, con medidas estructurales para evitar que aumente la exclusión, las desigualdades o la marginalidad; así como proseguir con la reactivación económica de nuestros municipios, evitando que nadie se quede atrás. Todas y todos hemos de contar con los mismos derechos y obligaciones en el marco de una sociedad igualitaria.
Pero también es necesario seguir encontrando herramientas para facilitar el acceso a la vivienda; mejorar la movilidad y nuestras infraestructuras; tomar medidas más contundentes y eficaces para hacer frente a la emergencia climática -acelerando la imprescindible transformación hacia una energía limpia y un futuro descarbonizado-; ofrecer unos servicios públicos esenciales de calidad; seguir resolviendo las deficiencias que aún presenta nuestro mercado de trabajo y modelo productivo, garantizando unas condiciones laborales dignas; reafirmar las políticas locales feministas para plantar cara a las violencias machistas, mejorar los índices de recogida selectiva de residuos o proyectar, con el máximo consenso posible, el futuro de los espacios naturales del Delta y del Parque Agrario.
Éstos son algunos de los grandes desafíos más inmediatos que deben abordar los nuevos gobiernos que han salido escogidos de las urnas, después de una jornada electoral en la que volvió a ser protagonista la elevada abstención, que se situó en el 46,38%, nueve puntos más que en los comicios de 2019. Es decir, casi la mitad de los electores decidió no acercarse a su colegio electoral para ejercer el derecho al voto.
Ese desapego a la participación democrática es más que preocupante, por lo que todos deberíamos hacer una profunda reflexión al respecto, analizar el porqué de esta situación y comenzar a buscar fórmulas para que se invierta esta peligrosa tendencia. Curar la herida abierta de la abstención debería ser una responsabilidad colectiva.










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