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Jueves, 05 de Octubre de 2023
OPINIÓN

De Verano Azul a Octubre Rojo

JUAN CARLOS RUIZ. Periodista

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La resurrección del independentismo –Lázaro, eres un aprendiz–, fruto de la aritmética de la ley electoral, y las dotes de supervivencia del funambulista Pedro Sánchez nos abocan a uno de los momentos más expectantes de la democracia española tras la transición postfranquista.

 

El Verano Azul que auguraba la campaña del PP, entonces en un momento álgido, y que más que azul amenazaba con ser verdiazul –con un tono verde un tanto extremo–, va camino de transmutar en un Octubre Rojo. No tanto por las consecuencias bolchevizantes que se deriven de un hipotético pacto de investidura, sino por los estados de ánimo exaltados que la mera negociación puede desencadenar –que ya está desencadenando– en el nacionalismo español, ya sea ultra o moderado.

 

No hace falta ser muy perspicaz para augurar un auténtico fuego de artillería verbal y escrita por parte de una clase periodística y política –sobre todo mesetaria, aunque no solo–, que se ha ido especializando en los últimos tiempos en una izquierdofobia patente. Una parte, por supuesto que no es toda, pero que ha ido poblando muchas tertulias, desde que empezara a manifestarse sobre todo cuando Zapatero ganó contra pronóstico tras el 11-M y las culpas a ETA.

 

Y no es que no se pueda criticar a la izquierda –que errores comete, claro que sí–, o a los nacionalismos que no son el tuyo, pero cuando se hace de forma permanente y obsesiva con el único objetivo de desprestigiar al contrario porque no lo consideras legítimo, más que objetividad o planteamiento razonable de parte lo que hay es descalificación sectaria con ingredientes de odio.

 

Se trata de esa clase que incluso denigra y se mofa del progresismo, del hecho de ser progresista, que vive en universos inamovibles, cuando no ansían retroceder, y llenos de prejuicios. Se confabulan cual manada para ir en contra de las conquistas feministas o de ponerles límite –su arquetipo de presencia de la mujer en el mundo del deporte vendría a ser La chica del As–, de las ayudas sociales a quienes menos tienen –frivolizan con la paguita–, de la lucha contra el cambio climático, del uso de lenguas diferentes al castellano o de la realización de un documental sobre un etarra sin haberlo visto. Y alcanzan cotas de infantilismo tales como demonizar las políticas progresistas y de derechos sociales comparándolas con las de la URSS, Cuba o Venezuela.

 

El problema no es que esas ideas simplonas y retrógradas, cuando no intolerantes, tengan presencia en redes sociales, ahí es donde se retroalimentan y crecen, sino que abunden en medios de comunicación convencionales, en ondas sectarias o en pseudoinformativos digitales.

 

Y como lo que podría venir en las próximas semanas es una “conspiración de rojos y separatistas”, los dos grandes miedos atávicos de “una de las dos Españas” que definía el poeta, seguro que la artillería la tienen a punto. Solo cabe esperar que el parafuegos de la democracia sea capaz de aguantar sus proyectiles.

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