OPINIÓN
EDITORIAL. Las mujeres queremos ser libres
MARÍA JOSÉ ESPINOSA. Directora de ELFAR.CAT
![[Img #50842]](https://elfar.cat/upload/images/11_2023/992_maria-jose.jpg)
Mañana sábado, 25 de noviembre, se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Una fecha que debemos seguir señalando en el calendario porque las cifras son escalofriantes y hablan por sí solas: en lo que llevamos de año se han contabilizado 53 asesinatos y son 1.238 desde que comenzó el recuento oficial en 2003. Pero, desgraciadamente, ésta es sólo la punta del iceberg, ya que son muchísimas otras las mujeres que ven, con dolor y angustia, cómo sus vidas se van mermando día a día a causa del maltrato físico o psicológico al que están sometidas, de manera sistemática, por un machismo imperante que parece no tener fin y que sigue estando muy vivo.
Detrás de todas las estremecedoras cifras que conocemos continuamente se encuentran mujeres, con nombres y apellidos, con sus anhelos y sueños, que son humilladas, maltratadas, vejadas, violentadas y agredidas. Y lo son, simplemente, por el hecho de ser mujeres. Ésta es la dura realidad. Negar esta evidencia, utilizando términos como violencia intrafamiliar, es negar la libertad de las mujeres y la posibilidad de vivir en una democracia real y en una sociedad libre, abierta, justa e igualitaria. Solamente una democracia liberada de violencia machista, puede considerarse una democracia plena. Y, además, el negacionismo, sin duda, quita apoyo social a las víctimas.
La irrupción de fuerzas de extrema derecha, como Vox, deja al descubierto de nuevo que el patriarcado sigue muy presente en nuestra sociedad. Un sistema social en el que los hombres tienen el poder primario y predominan en roles de liderazgo político, autoridad moral y privilegios. En definitiva, lo que viene siendo la supremacía masculina.
Una preponderancia que vemos con estupor en edades cada vez más tempranas. Desafortunadamente, el fenómeno de los menores que cometen agresiones sexuales lleva creciendo, de manera imparable, desde 2017. Aquel año, niños y adolescentes cometieron 332 delitos sexuales y en 2022 fueron 636, casi el doble, según el Instituto Nacional de Estadística.
Unos datos preocupantes, que algunos expertos achacan al consumo de pornografía en edades en las que aún no disponen de herramientas para discernir la ficción de la realidad. Los niños son un colectivo especialmente vulnerable frente a la violencia a través de internet, por eso hemos de luchar para que los jóvenes de hoy, que serán los hombres del mañana, se posicionen contra la cosificación e instrumentalización del cuerpo de las mujeres, que rechacen el porno y que se conviertan en abolicionistas de la prostitución. Los estereotipos de género se han de romper de una vez por todas.
Alzar la voz contra el machismo sigue siendo un deber moral y una cuestión global. Prueba de ello es que en el año 1999 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró formalmente el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. No es una invención de las femininazis, término utilizado sin pudor y con maldad por muchos. Es una grave crisis humanitaria reconocida por la propia ONU.
Por lo tanto, nos encontramos ante una de las peores lacras sociales del siglo XXI y debemos encararla de frente, sin titubeos, sin ninguna concesión. Hemos de seguir aprobando leyes que protejan a las víctimas, dotar de más recursos a los servicios de prevención y abordaje de la violencia contra las mujeres, educar en feminismo e incorporar la perspectiva de género en todos los ámbitos, principalmente en el judicial, que se ha de modernizar y democratizar de una vez por todas.
Son muchas las mujeres que sufren los malos tratos en silencio y que deciden no denunciar. Ni ellas, ni su entorno más cercano. Y eso, quizás, es porque hay una falta de confianza en el sistema. Por eso debemos garantizarles que no están desprotegidas y que tienen todos los medios a su alcance para superar su agónica situación y transitar por este arduo camino. Es el momento de aplicar medidas más urgentes y no nos podemos permitir el lujo de perder más tiempo. El sistema ha de ser tajante porque son muchas las vidas que están en juego.
Todos somos corresponsables en la lucha contra la violencia machista. Es un asunto público y no podemos mirar para otro lado. Urge ponerla al descubierto, desenmascararla y plantarle cara de manera rotunda.
Conseguir la igualdad efectiva entre hombres y mujeres debe ser una prioridad política y social, sin contemplaciones. Las mujeres, la mitad de la humanidad, somos ciudadanas de pleno derecho y hemos de poder vivir en paz y sin violencia. Que a nadie se le olvide: la lucha contra la violencia machista debe ser una prioridad para cualquier demócrata que se precie. Quien no la priorice, no es demócrata.
Mañana sábado, 25 de noviembre, se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Una fecha que debemos seguir señalando en el calendario porque las cifras son escalofriantes y hablan por sí solas: en lo que llevamos de año se han contabilizado 53 asesinatos y son 1.238 desde que comenzó el recuento oficial en 2003. Pero, desgraciadamente, ésta es sólo la punta del iceberg, ya que son muchísimas otras las mujeres que ven, con dolor y angustia, cómo sus vidas se van mermando día a día a causa del maltrato físico o psicológico al que están sometidas, de manera sistemática, por un machismo imperante que parece no tener fin y que sigue estando muy vivo.
Detrás de todas las estremecedoras cifras que conocemos continuamente se encuentran mujeres, con nombres y apellidos, con sus anhelos y sueños, que son humilladas, maltratadas, vejadas, violentadas y agredidas. Y lo son, simplemente, por el hecho de ser mujeres. Ésta es la dura realidad. Negar esta evidencia, utilizando términos como violencia intrafamiliar, es negar la libertad de las mujeres y la posibilidad de vivir en una democracia real y en una sociedad libre, abierta, justa e igualitaria. Solamente una democracia liberada de violencia machista, puede considerarse una democracia plena. Y, además, el negacionismo, sin duda, quita apoyo social a las víctimas.
La irrupción de fuerzas de extrema derecha, como Vox, deja al descubierto de nuevo que el patriarcado sigue muy presente en nuestra sociedad. Un sistema social en el que los hombres tienen el poder primario y predominan en roles de liderazgo político, autoridad moral y privilegios. En definitiva, lo que viene siendo la supremacía masculina.
Una preponderancia que vemos con estupor en edades cada vez más tempranas. Desafortunadamente, el fenómeno de los menores que cometen agresiones sexuales lleva creciendo, de manera imparable, desde 2017. Aquel año, niños y adolescentes cometieron 332 delitos sexuales y en 2022 fueron 636, casi el doble, según el Instituto Nacional de Estadística.
Unos datos preocupantes, que algunos expertos achacan al consumo de pornografía en edades en las que aún no disponen de herramientas para discernir la ficción de la realidad. Los niños son un colectivo especialmente vulnerable frente a la violencia a través de internet, por eso hemos de luchar para que los jóvenes de hoy, que serán los hombres del mañana, se posicionen contra la cosificación e instrumentalización del cuerpo de las mujeres, que rechacen el porno y que se conviertan en abolicionistas de la prostitución. Los estereotipos de género se han de romper de una vez por todas.
Alzar la voz contra el machismo sigue siendo un deber moral y una cuestión global. Prueba de ello es que en el año 1999 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró formalmente el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. No es una invención de las femininazis, término utilizado sin pudor y con maldad por muchos. Es una grave crisis humanitaria reconocida por la propia ONU.
Por lo tanto, nos encontramos ante una de las peores lacras sociales del siglo XXI y debemos encararla de frente, sin titubeos, sin ninguna concesión. Hemos de seguir aprobando leyes que protejan a las víctimas, dotar de más recursos a los servicios de prevención y abordaje de la violencia contra las mujeres, educar en feminismo e incorporar la perspectiva de género en todos los ámbitos, principalmente en el judicial, que se ha de modernizar y democratizar de una vez por todas.
Son muchas las mujeres que sufren los malos tratos en silencio y que deciden no denunciar. Ni ellas, ni su entorno más cercano. Y eso, quizás, es porque hay una falta de confianza en el sistema. Por eso debemos garantizarles que no están desprotegidas y que tienen todos los medios a su alcance para superar su agónica situación y transitar por este arduo camino. Es el momento de aplicar medidas más urgentes y no nos podemos permitir el lujo de perder más tiempo. El sistema ha de ser tajante porque son muchas las vidas que están en juego.
Todos somos corresponsables en la lucha contra la violencia machista. Es un asunto público y no podemos mirar para otro lado. Urge ponerla al descubierto, desenmascararla y plantarle cara de manera rotunda.
Conseguir la igualdad efectiva entre hombres y mujeres debe ser una prioridad política y social, sin contemplaciones. Las mujeres, la mitad de la humanidad, somos ciudadanas de pleno derecho y hemos de poder vivir en paz y sin violencia. Que a nadie se le olvide: la lucha contra la violencia machista debe ser una prioridad para cualquier demócrata que se precie. Quien no la priorice, no es demócrata.
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