OPINIÓN
EDITORIAL. El desafío más grave al que se enfrenta Catalunya
MARÍA JOSÉ ESPINOSA. Directora de ELFAR.CAT
Catalunya está registrando el peor episodio de sequía del último siglo. Después de casi tres años sin lluvias abundantes en las cabeceras de los ríos, las reservas de agua del sistema Ter-Llobregat, que engloba a 202 municipios (entre ellos, todos los de la comarca y L’Hospitalet) están ya por debajo del 16%, lo que ha obligado a la Generalitat a decretar este mes de febrero el estado de emergencia en fase 1.
Llevamos tres años sin que caiga del cielo la lluvia necesaria y el calor de las últimas semanas, algo totalmente atípico para la época del año en la que nos encontramos, ha acelerado la disminución del volumen de agua embalsada. Una grave situación de desertización vinculada, sin lugar a dudas, al cambio climático, pese a lo que pregonan los negacionistas de esta dramática realidad. De hecho, los últimos estudios publicados muestran un panorama desolador de consecuencias prácticamente ya irreversibles.
Ante este alarmante episodio, se han aplicado restricciones más severas en consumo para toda la ciudadanía, así como para la agricultura y la industria, con graves costes para la economía del país y para el bienestar colectivo.
En líneas generales, el límite por persona y día es de 200 litros e incluye el consumo doméstico, las actividades económicas, centros sanitarios y usos municipales, así como las pérdidas en las redes de distribución. El consumo en los hogares se recomienda que se sitúe en torno a los 90 litros; mientras que la reducción en agricultura pasa a ser del 80%, del 50% en ganadería y del 25% en usos industriales y recreativos.
Como consecuencia al decreto del ejecutivo catalán, los ayuntamientos del territorio han empezado a aplicar medidas paralelas para racionalizar el uso del agua en sus ciudades. Entre los ámbitos afectados, se encuentran el riego, la limpieza de calles, la plantación de árboles y las duchas de los complejos deportivos. Y muchas de las localidades también han aprobado en estas últimas semanas ordenanzas reguladoras que recogen un régimen sancionador para los casos de incumplimiento, así como comités de seguimiento.
Algunos expertos coinciden en señalar que la situación actual es consecuencia de la mala gestión de la sequía por parte del Govern de Pere Aragonès, de una pésima planificación estratégica y, sobre todo, de la falta de inversión en esta materia que históricamente está sufriendo Catalunya, por lo que reclaman con vehemencia a la Generalitat que ayude a los municipios lo más rápido posible, agilizando los trámites para facilitar todas las actuaciones necesarias que sufren lamentables retrasos, como construir las dos desalinizadoras previstas y otras obras hidráulicas ineludibles, reparar las fugas y pérdidas (que llegan a suponer un cuarto del total del caudal de la red urbana) o mejorar su eficiencia.
Los partidos de la oposición reprochan al ejecutivo catalán que haya puesto el foco en pedir a la ciudadanía que reduzca el consumo o en sancionar a los ayuntamientos (que en su mayoría están esperando recibir financiación para actuar de forma urgente sobre sus redes); y que, por el contrario, no haya hecho hincapié en la necesidad de ampliar la oferta que se puede poner a disposición.
Dotar a Catalunya de las infraestructuras indispensables para suplir la falta de lluvia, y que den resiliencia a los sistemas de abastecimiento, es la mejor forma de hacer frente, con garantías, a la situación actual y prevenir posibles males mayores en un futuro no muy lejano. Y para ello hay que seguir sumando esfuerzos y poner en marcha todos los recursos económicos, tecnológicos e industriales existentes de manera inexcusable.
También sería importante conocer los datos de los mayores consumidores para poder exigirles responsabilidad; y asimismo, tal y como apuntan desde la comisión territorial de la Taula Nacional de l’Aigua, creada el pasado verano, hay que incentivar la reutilización del agua y la aplicación de mejoras ecológicas en diferentes sectores; el impulso del uso del agua regenerada; la modernización de los sistemas de distribución; la concienciación pública; la formación dirigida a profesionales en el ámbito del ahorro; el aprovechamiento de aguas grises y pluviales; la incidencia sobre el sector turístico en episodios de sequía como el actual, las actuaciones para preservar el estado de los ríos o la necesidad de trabajar la digitalización de la gestión del agua.
Desde el Gobierno central, liderado por el socialista Pedro Sánchez, han asegurado que si el problema persiste, a principios de junio enviarán buques cisterna desde la desalinizadora valenciana de Sagunt, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica. La implicación del ejecutivo estatal con Catalunya es una gran noticia, pero seguirá siendo insuficiente para paliar la gravedad de esta crisis.
Porque la realidad es que si las condiciones de los embalses no mejoran, en abril o mayo podría entrarse en el segundo estadio de emergencia, con la aplicación de medidas aún más contundentes. Por este motivo, es muy importante que todo el mundo sea consciente de la necesidad de contribuir a minimizar el consumo de agua, tanto en casa, como en los centros de trabajo o en cualquier equipamiento público y privado.
Nos encontramos ante un episodio excepcionalmente crítico, y por eso todos debemos ser conscientes y actuar en consecuencia, incluyendo hogares, comercios, industrias y servicios municipales, para afrontar esta situación con compromiso, seriedad y solidaridad.
Hace falta más conciencia social y política porque cada gota cuenta, así como una respuesta estratégica y una mejor planificación. La lucha contra la sequía es responsabilidad de todos, pero las administraciones deben ser las primeras en dar ejemplo en diligencia y eficacia. En un escenario como el actual, la ciudadanía no entiende las controversias y enfrentamientos competenciales.
La situación no admite más demoras y excusas. No podemos perder más tiempo para preservar nuestros recursos naturales e intentar mitigar los efectos dañinos provocados por el innegable cambio climático. No nos olvidemos nunca que el agua no sólo es un bien preciado, sino también escaso.
Catalunya está registrando el peor episodio de sequía del último siglo. Después de casi tres años sin lluvias abundantes en las cabeceras de los ríos, las reservas de agua del sistema Ter-Llobregat, que engloba a 202 municipios (entre ellos, todos los de la comarca y L’Hospitalet) están ya por debajo del 16%, lo que ha obligado a la Generalitat a decretar este mes de febrero el estado de emergencia en fase 1.
Llevamos tres años sin que caiga del cielo la lluvia necesaria y el calor de las últimas semanas, algo totalmente atípico para la época del año en la que nos encontramos, ha acelerado la disminución del volumen de agua embalsada. Una grave situación de desertización vinculada, sin lugar a dudas, al cambio climático, pese a lo que pregonan los negacionistas de esta dramática realidad. De hecho, los últimos estudios publicados muestran un panorama desolador de consecuencias prácticamente ya irreversibles.
Ante este alarmante episodio, se han aplicado restricciones más severas en consumo para toda la ciudadanía, así como para la agricultura y la industria, con graves costes para la economía del país y para el bienestar colectivo.
En líneas generales, el límite por persona y día es de 200 litros e incluye el consumo doméstico, las actividades económicas, centros sanitarios y usos municipales, así como las pérdidas en las redes de distribución. El consumo en los hogares se recomienda que se sitúe en torno a los 90 litros; mientras que la reducción en agricultura pasa a ser del 80%, del 50% en ganadería y del 25% en usos industriales y recreativos.
Como consecuencia al decreto del ejecutivo catalán, los ayuntamientos del territorio han empezado a aplicar medidas paralelas para racionalizar el uso del agua en sus ciudades. Entre los ámbitos afectados, se encuentran el riego, la limpieza de calles, la plantación de árboles y las duchas de los complejos deportivos. Y muchas de las localidades también han aprobado en estas últimas semanas ordenanzas reguladoras que recogen un régimen sancionador para los casos de incumplimiento, así como comités de seguimiento.
Algunos expertos coinciden en señalar que la situación actual es consecuencia de la mala gestión de la sequía por parte del Govern de Pere Aragonès, de una pésima planificación estratégica y, sobre todo, de la falta de inversión en esta materia que históricamente está sufriendo Catalunya, por lo que reclaman con vehemencia a la Generalitat que ayude a los municipios lo más rápido posible, agilizando los trámites para facilitar todas las actuaciones necesarias que sufren lamentables retrasos, como construir las dos desalinizadoras previstas y otras obras hidráulicas ineludibles, reparar las fugas y pérdidas (que llegan a suponer un cuarto del total del caudal de la red urbana) o mejorar su eficiencia.
Los partidos de la oposición reprochan al ejecutivo catalán que haya puesto el foco en pedir a la ciudadanía que reduzca el consumo o en sancionar a los ayuntamientos (que en su mayoría están esperando recibir financiación para actuar de forma urgente sobre sus redes); y que, por el contrario, no haya hecho hincapié en la necesidad de ampliar la oferta que se puede poner a disposición.
Dotar a Catalunya de las infraestructuras indispensables para suplir la falta de lluvia, y que den resiliencia a los sistemas de abastecimiento, es la mejor forma de hacer frente, con garantías, a la situación actual y prevenir posibles males mayores en un futuro no muy lejano. Y para ello hay que seguir sumando esfuerzos y poner en marcha todos los recursos económicos, tecnológicos e industriales existentes de manera inexcusable.
También sería importante conocer los datos de los mayores consumidores para poder exigirles responsabilidad; y asimismo, tal y como apuntan desde la comisión territorial de la Taula Nacional de l’Aigua, creada el pasado verano, hay que incentivar la reutilización del agua y la aplicación de mejoras ecológicas en diferentes sectores; el impulso del uso del agua regenerada; la modernización de los sistemas de distribución; la concienciación pública; la formación dirigida a profesionales en el ámbito del ahorro; el aprovechamiento de aguas grises y pluviales; la incidencia sobre el sector turístico en episodios de sequía como el actual, las actuaciones para preservar el estado de los ríos o la necesidad de trabajar la digitalización de la gestión del agua.
Desde el Gobierno central, liderado por el socialista Pedro Sánchez, han asegurado que si el problema persiste, a principios de junio enviarán buques cisterna desde la desalinizadora valenciana de Sagunt, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica. La implicación del ejecutivo estatal con Catalunya es una gran noticia, pero seguirá siendo insuficiente para paliar la gravedad de esta crisis.
Porque la realidad es que si las condiciones de los embalses no mejoran, en abril o mayo podría entrarse en el segundo estadio de emergencia, con la aplicación de medidas aún más contundentes. Por este motivo, es muy importante que todo el mundo sea consciente de la necesidad de contribuir a minimizar el consumo de agua, tanto en casa, como en los centros de trabajo o en cualquier equipamiento público y privado.
Nos encontramos ante un episodio excepcionalmente crítico, y por eso todos debemos ser conscientes y actuar en consecuencia, incluyendo hogares, comercios, industrias y servicios municipales, para afrontar esta situación con compromiso, seriedad y solidaridad.
Hace falta más conciencia social y política porque cada gota cuenta, así como una respuesta estratégica y una mejor planificación. La lucha contra la sequía es responsabilidad de todos, pero las administraciones deben ser las primeras en dar ejemplo en diligencia y eficacia. En un escenario como el actual, la ciudadanía no entiende las controversias y enfrentamientos competenciales.
La situación no admite más demoras y excusas. No podemos perder más tiempo para preservar nuestros recursos naturales e intentar mitigar los efectos dañinos provocados por el innegable cambio climático. No nos olvidemos nunca que el agua no sólo es un bien preciado, sino también escaso.
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