OPINIÓN
En busca del talento juvenil
PATRICIA ALIU. Periodista
![[Img #54323]](https://elfar.cat/upload/images/05_2024/562_patri.jpg)
Es sabido e interiorizado por la “gran mayoría” que uno de los públicos objetivos más difíciles de captar, más duros de roer para vender un producto u ofrecer un servicio es el que forman los jóvenes. Es complicado encasillarlos. A los indecisos, los que no encuentran su camino en la vida, no sabes por dónde cogerlos y te pierdes entre las dudas que se te plantean para convencerlos de algo recomendable para ellos.
En cuanto a los que tienen claro por dónde avanzar hacia su futuro, primero debes averiguar qué les interesa de verdad y después te encuentras con que cuentan con un nivel de exigencia considerable, justo porque saben qué quieren y no permiten que se les “manipule”. A todos ellos y ellas, a indecisos y decididos, los necesitamos: representan el futuro que tendremos como sociedad. Cuanto más talento consigamos que surja y crezca entre ellos, mejor será ese porvenir que protagonizarán y más orgullosos nos sentiremos todos de sus esfuerzos y de sus logros.
Esta reflexión viene a cuento porque hoy he leído en una revista de la comarca sobre un concurso de literatura de un instituto, también de la comarca, que ha sido un triunfo de participación y en el que el nivel de los trabajos presentados era excepcional. No puedo evitar soltar una sonrisa: no es fácil conseguir ese interés creciente por esa especialidad. Descubrir talentos nuevos, promover la creación literaria y fomentar el amor por la lectura son tareas arduas, pero muy satisfactorias y agradecidas cuando los resultados positivos saltan a la vista. Sí, hablo de literatura, aunque es extrapolable a todas las disciplinas. La voluntad de despertar en una chica o un chico un talento que les guíe, una vocación que les haga felices, la sentimos todos.
Habría que plantearse, pues, qué hacemos bien y qué hacemos mal en los intentos, muchas veces frustrados, de que nazca una ilusión de futuro en los jóvenes, de conseguir que nos escuchen, de que se impliquen en iniciativas para las que los buscamos desde lo privado y desde lo público.
Cuando la gente joven se compromete, lo hace del todo y hasta el final. Rompernos la cabeza por ellos y ellas, apoyarlos, motivarlos, merece la pena. ¿La recompensa? Verlos actuar con la seguridad de quienes saben lo que hacen y lo que desean. Con actitud, curiosidad, integridad y conocimiento juntos para mejorar el mundo.
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Es sabido e interiorizado por la “gran mayoría” que uno de los públicos objetivos más difíciles de captar, más duros de roer para vender un producto u ofrecer un servicio es el que forman los jóvenes. Es complicado encasillarlos. A los indecisos, los que no encuentran su camino en la vida, no sabes por dónde cogerlos y te pierdes entre las dudas que se te plantean para convencerlos de algo recomendable para ellos.
En cuanto a los que tienen claro por dónde avanzar hacia su futuro, primero debes averiguar qué les interesa de verdad y después te encuentras con que cuentan con un nivel de exigencia considerable, justo porque saben qué quieren y no permiten que se les “manipule”. A todos ellos y ellas, a indecisos y decididos, los necesitamos: representan el futuro que tendremos como sociedad. Cuanto más talento consigamos que surja y crezca entre ellos, mejor será ese porvenir que protagonizarán y más orgullosos nos sentiremos todos de sus esfuerzos y de sus logros.
Esta reflexión viene a cuento porque hoy he leído en una revista de la comarca sobre un concurso de literatura de un instituto, también de la comarca, que ha sido un triunfo de participación y en el que el nivel de los trabajos presentados era excepcional. No puedo evitar soltar una sonrisa: no es fácil conseguir ese interés creciente por esa especialidad. Descubrir talentos nuevos, promover la creación literaria y fomentar el amor por la lectura son tareas arduas, pero muy satisfactorias y agradecidas cuando los resultados positivos saltan a la vista. Sí, hablo de literatura, aunque es extrapolable a todas las disciplinas. La voluntad de despertar en una chica o un chico un talento que les guíe, una vocación que les haga felices, la sentimos todos.
Habría que plantearse, pues, qué hacemos bien y qué hacemos mal en los intentos, muchas veces frustrados, de que nazca una ilusión de futuro en los jóvenes, de conseguir que nos escuchen, de que se impliquen en iniciativas para las que los buscamos desde lo privado y desde lo público.
Cuando la gente joven se compromete, lo hace del todo y hasta el final. Rompernos la cabeza por ellos y ellas, apoyarlos, motivarlos, merece la pena. ¿La recompensa? Verlos actuar con la seguridad de quienes saben lo que hacen y lo que desean. Con actitud, curiosidad, integridad y conocimiento juntos para mejorar el mundo.










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