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Jueves, 20 de Junio de 2024
OPINIÓN

Los jóvenes y la ilusión del mérito

JUAN CARLOS RUIZ. Periodista

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En un momento en que la formación de nuestros jóvenes es tan esencial para asegurar un futuro humanístico digno –siempre lo ha sido, pero los niveles actuales de estupidez e intolerancia que sacuden el mundo digital y las redes sociales reclaman una atención educativa especial–, llama felizmente la atención un reciente estudio de Ipsos Equalities según el cual los jóvenes son los que menos creen en la meritocracia.

 

Sólo uno de cada cuatro jóvenes españoles de entre 16 y 24 años cree que el éxito depende únicamente del esfuerzo y de los méritos propios, y que detrás de ese éxito existen condicionantes sociales.

 

La meritocracia, axioma del liberalismo, es un ideal que sitúa el esfuerzo y el sacrificio como valores esenciales para alcanzar los puestos elevados de poder en cualquier esfera. De hecho, muchas voces vinculan la reputación del término a la ética protestante.

 

Y a priori, puede parecer igualitario y justo: a quien más se esfuerza, más recompensa. El pero radica en que da por hecho una igualdad de oportunidades que nos permite a todos y a todas arrancar desde el mismo punto de partida.

 

Si comparamos la situación actual con la de hace medio siglo, por ejemplo, nadie duda del avance producido en igualdad. Los hijos de obreros que pudimos acceder a la universidad lo atestigua. Pero, ¿de verdad creemos que el ideal de la igualdad ya se ha alcanzado? ¿Acaso no hay sistemas educativos diferenciados, según sean más públicos o privados, que intentan preservar a las élites económicas? Por no hablar de las patentes desigualdades en función de la región del planeta en que se haya nacido.

 

El eminente politólogo Fernando Vallespín, que presidiera el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) entre 2004 y 2008, sostenía en 2015 que “el tan cacareado tránsito de capitalismo a meritocracia es un mito, la herencia sigue superando al talento como criterio distributivo”.

 

Por eso sorprende que los jóvenes de ahora, una generación formada más a través de pantallas que de libros, más permeables a mensajes populistas y simples, y formada en una teórica igualdad de oportunidades, se alineen, seguramente sin saberlo, con el pensamiento filomarxista de hace un siglo. Como el de Anatole France, premio Nobel de Literatura, que decía hace 100 años que la meritocracia es muy fascinante, ya que proviene de una hermosa palabra, mérito, pero si se utiliza ideológicamente, se distorsiona, se pervierte.

 

Lecciones presentes de juventud que provienen de los sectores más insospechados. Resulta que el campeón sub-16 del último Madrid Open de tenis, Eudald González, recogió el trofeo enfundado en una sudadera en la que lucía el siguiente lema: Meritocracy without equal opportunities is a fallacy. No todo está perdido.

 

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