OPINIÓN
Nadie se va a comer a tu gatito
ÁNGEL T. GARCÍA. Periodista
![[Img #55887]](https://elfar.cat/upload/images/09_2024/650_unnamed.jpg)
¿En serio, señor Trump? ¿En Springfield (Ohio), los inmigrantes se comen a los perros y los gatos? Esta afirmación fue una de las setenta mentiras pronunciadas por el candidato republicano el pasado 10 de septiembre en el debate con Kamala Harris. Hace referencia a una noticia sobre exiliados haitianos que ha circulado en algunos diarios digitales y ha sido repetida por las redes sociales; una información no contrastada, no comprobada.
Los periodistas de ABC News se apresuraron a desmentirlo casi en directo. Era una afirmación falsa y sin fundamento. Hablaron urgentemente con las autoridades de la ciudad: no había ni denuncias ni informes creíbles de que tal tropelía hubiera ocurrido. ¿Que cómo se atrevieron a contradecir al candidato? Eran las normas del juego. Ya lo habían advertido. Por respeto a la audiencia; a la ciudadanía. En un debate entre candidatos a la presidencia del país no se podían tolerar las mentiras, eso a lo que ahora llaman “fake news”.
Las correcciones a Trump han sido una rara avis. Una excepción envidiable. Vivimos en un tiempo en que todo vale. Quien construye el mensaje más llamativo, quien grita más, quien lanza el “zasca” más tajante, es quien tiene más éxito. Muchas veces –demasiadas–, las historias son, simplemente, falsas. Y solo buscan el enfrentamiento. El ejercicio de periodismo de la cadena ABC al denunciar las falsedades, imprecisiones y exageraciones de Donald Trump es positivo. Y esperemos que la actitud tranquila y elegante de Kamala Harris marque el ritmo de la campaña y, en general, de la política en Estados Unidos.
En la vieja Europa no estamos mucho mejor; no crean. La extrema derecha cimenta un discurso que demoniza a la inmigración, un mensaje facilón, pero que cala entre las más desfavorecidos. “Están viniendo de fuera para quitarnos lo nuestro, ya sea el trabajo o la seguridad”. Te lo dicen tipos excéntricos sin despeinarse, que lanzan cifras inventadas para justificar agresivos mensajes racistas. Y tienen éxito. Solo hay que echar un vistazo a la composición del Parlamento Europeo o comprobar que la ultraderecha crece hasta en Alemania. ¿Habrán olvidado lo que pasó en los años 30 y 40 del pasado siglo? Quizá esté desapareciendo la conciencia. Quizá en las escuelas y en las familias no se recuerde lo suficiente.
Desde los medios de comunicación tradicionales se trabaja en favor de la verdad y la convivencia, aunque se apliquen líneas editoriales cada vez más politizadas. Existen códigos éticos que advierten del uso de las palabras y de la necesidad de construir mensajes contrastados y comprobados. La gran mayoría de los profesionales de la información saben cuál es su responsabilidad.
Pero desde las redes sociales esto no funciona. El anonimato y la impunidad de algunos presuntos medios de comunicación digitales facilita que se construyan mensajes tan estúpidos e insospechados como el que el candidato Donald Trump lanzó a todo el país: los inmigrantes son salvajes que se comen a las mascotas. Luchemos contra esto. Denunciemos las mentiras. Aunque la justicia sea lenta y tarde en darnos la razón, acudamos a ella. Paralelamente, utilicemos sus herramientas: contestemos desde las redes sociales y los medios de comunicación. Respondamos en las barras de los bares, en las sobremesas con cuñaos.
No es fácil. Hay todo un entramado de agitadores profesionalizados que difunden fake news y opiniones radicales sin descanso, utilizando herramientas que les facilitan mucho el trabajo. Son los llamados bots, programas automatizados que simulan interacción humana, multiplicando mensajes falsos incontroladamente. El canal que usan es privado. Las redes sociales son un negocio sin conciencia en manos de empresas de éxito, sin piedad ni ética.
Pero, aunque la lucha sea desigual, denuncien las mentiras. Que cunda el ejemplo de los compañeros de ABC News. Que todo el mundo sepa que nadie se va a comer a tu gatito.
¿En serio, señor Trump? ¿En Springfield (Ohio), los inmigrantes se comen a los perros y los gatos? Esta afirmación fue una de las setenta mentiras pronunciadas por el candidato republicano el pasado 10 de septiembre en el debate con Kamala Harris. Hace referencia a una noticia sobre exiliados haitianos que ha circulado en algunos diarios digitales y ha sido repetida por las redes sociales; una información no contrastada, no comprobada.
Los periodistas de ABC News se apresuraron a desmentirlo casi en directo. Era una afirmación falsa y sin fundamento. Hablaron urgentemente con las autoridades de la ciudad: no había ni denuncias ni informes creíbles de que tal tropelía hubiera ocurrido. ¿Que cómo se atrevieron a contradecir al candidato? Eran las normas del juego. Ya lo habían advertido. Por respeto a la audiencia; a la ciudadanía. En un debate entre candidatos a la presidencia del país no se podían tolerar las mentiras, eso a lo que ahora llaman “fake news”.
Las correcciones a Trump han sido una rara avis. Una excepción envidiable. Vivimos en un tiempo en que todo vale. Quien construye el mensaje más llamativo, quien grita más, quien lanza el “zasca” más tajante, es quien tiene más éxito. Muchas veces –demasiadas–, las historias son, simplemente, falsas. Y solo buscan el enfrentamiento. El ejercicio de periodismo de la cadena ABC al denunciar las falsedades, imprecisiones y exageraciones de Donald Trump es positivo. Y esperemos que la actitud tranquila y elegante de Kamala Harris marque el ritmo de la campaña y, en general, de la política en Estados Unidos.
En la vieja Europa no estamos mucho mejor; no crean. La extrema derecha cimenta un discurso que demoniza a la inmigración, un mensaje facilón, pero que cala entre las más desfavorecidos. “Están viniendo de fuera para quitarnos lo nuestro, ya sea el trabajo o la seguridad”. Te lo dicen tipos excéntricos sin despeinarse, que lanzan cifras inventadas para justificar agresivos mensajes racistas. Y tienen éxito. Solo hay que echar un vistazo a la composición del Parlamento Europeo o comprobar que la ultraderecha crece hasta en Alemania. ¿Habrán olvidado lo que pasó en los años 30 y 40 del pasado siglo? Quizá esté desapareciendo la conciencia. Quizá en las escuelas y en las familias no se recuerde lo suficiente.
Desde los medios de comunicación tradicionales se trabaja en favor de la verdad y la convivencia, aunque se apliquen líneas editoriales cada vez más politizadas. Existen códigos éticos que advierten del uso de las palabras y de la necesidad de construir mensajes contrastados y comprobados. La gran mayoría de los profesionales de la información saben cuál es su responsabilidad.
Pero desde las redes sociales esto no funciona. El anonimato y la impunidad de algunos presuntos medios de comunicación digitales facilita que se construyan mensajes tan estúpidos e insospechados como el que el candidato Donald Trump lanzó a todo el país: los inmigrantes son salvajes que se comen a las mascotas. Luchemos contra esto. Denunciemos las mentiras. Aunque la justicia sea lenta y tarde en darnos la razón, acudamos a ella. Paralelamente, utilicemos sus herramientas: contestemos desde las redes sociales y los medios de comunicación. Respondamos en las barras de los bares, en las sobremesas con cuñaos.
No es fácil. Hay todo un entramado de agitadores profesionalizados que difunden fake news y opiniones radicales sin descanso, utilizando herramientas que les facilitan mucho el trabajo. Son los llamados bots, programas automatizados que simulan interacción humana, multiplicando mensajes falsos incontroladamente. El canal que usan es privado. Las redes sociales son un negocio sin conciencia en manos de empresas de éxito, sin piedad ni ética.
Pero, aunque la lucha sea desigual, denuncien las mentiras. Que cunda el ejemplo de los compañeros de ABC News. Que todo el mundo sepa que nadie se va a comer a tu gatito.
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