OPINIÓN
La ventana a.. ¿Qué mundo?
IRENE JEZABEL. Periodista
![[Img #57875]](https://elfar.cat/upload/images/01_2025/7636_irene-jezabel.jpg)
La educación es probablemente uno de los temas que más preocupan a la ciudadanía. O debería serlo. No solo padres y madres que velan por el futuro de sus hijos. Cualquiera que esté mínimamente interesado en la igualdad de oportunidades o en una sociedad que progrese sabe que el inicio de todo, la base de todo es una educación solvente, de calidad y pública que garantice ciudadanos y ciudadanas críticos, de libre pensamiento y con capacidad.
Sin embargo, los mismos que defendemos esta verdad irrefutable somos capaces de entregar a cualquier niño un aparato como una Tablet o un móvil con libre acceso a internet. Cuántas veces no les dejamos, seamos sinceros, un rato viendo YouTube. Cuántas les vemos navegar, o jugar a videojuegos sin tener un control real de lo que están viendo u oyendo. Les damos así acceso libre a la ventana más grande al mundo. Y en el mundo, mal nos pese, hay de todo. Cosas maravillosas, sin duda. Pero también un sinfín de desatinos. Según datos de organizaciones expertas, 7 de cada 10 adolescentes consumen pornografía de forma regular en España y más del 53% de los jóvenes entre 12 y 15 años afirma haber visto pornografía entre los 6 y los 12 años.
El impacto de ver pornografía a una edad tan temprana sin ningún tipo de criterio, educación sexual previa al respecto o contexto para entender lo que están viendo genera consecuencias altamente negativas en la educación de los jóvenes, tal como indica el ministerio de Justicia: “distorsión de la percepción de la sexualidad, desarrollo de comportamientos sexuales inapropiados, impacto en la forma en la que establecen relaciones de intimidad y relaciones afectivo - sexuales, normalización de la violencia contra las mujeres, etc. Además, existe un grave riesgo de adicción a la pornografía”. Y no solo eso: violencia, consejos de influencers sin base ni comprobación alguna, hábitos no saludables, challengers peligrosos o que fomentan el odio o la discriminación… hemos visto de todo. ¿Han de verlo niños o niñas sin capacidad para discernir aún lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto?
Promover un entorno digital seguro entre los y las niñas es una necesidad que se destaca en la hoja de ruta que presentó hace un mes el gobierno desde el Ministerio de Juventud e infancia. Realizado por un comité de 50 expertos con el objetivo de promover entornos digitales seguros para niñas, niños y adolescentes, el documento recoge 107 medidas agrupadas en 3 bloques temporales de implantación (corto, medio y largo plazo). Paralelamente, el Consejo de Ministros ya ha avanzado la aprobación del Anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de las personas menores de edad en los entornos digitales.
Defender los derechos de los más vulnerables es, ha de ser, una prioridad. Promover que los y las jóvenes se eduquen en entornos seguros es defender sus derechos y asegurarnos que la ventana por la que miran al mundo está suficientemente reforzada y bien estructurada para no dejarles caer por ella.
La educación es probablemente uno de los temas que más preocupan a la ciudadanía. O debería serlo. No solo padres y madres que velan por el futuro de sus hijos. Cualquiera que esté mínimamente interesado en la igualdad de oportunidades o en una sociedad que progrese sabe que el inicio de todo, la base de todo es una educación solvente, de calidad y pública que garantice ciudadanos y ciudadanas críticos, de libre pensamiento y con capacidad.
Sin embargo, los mismos que defendemos esta verdad irrefutable somos capaces de entregar a cualquier niño un aparato como una Tablet o un móvil con libre acceso a internet. Cuántas veces no les dejamos, seamos sinceros, un rato viendo YouTube. Cuántas les vemos navegar, o jugar a videojuegos sin tener un control real de lo que están viendo u oyendo. Les damos así acceso libre a la ventana más grande al mundo. Y en el mundo, mal nos pese, hay de todo. Cosas maravillosas, sin duda. Pero también un sinfín de desatinos. Según datos de organizaciones expertas, 7 de cada 10 adolescentes consumen pornografía de forma regular en España y más del 53% de los jóvenes entre 12 y 15 años afirma haber visto pornografía entre los 6 y los 12 años.
El impacto de ver pornografía a una edad tan temprana sin ningún tipo de criterio, educación sexual previa al respecto o contexto para entender lo que están viendo genera consecuencias altamente negativas en la educación de los jóvenes, tal como indica el ministerio de Justicia: “distorsión de la percepción de la sexualidad, desarrollo de comportamientos sexuales inapropiados, impacto en la forma en la que establecen relaciones de intimidad y relaciones afectivo - sexuales, normalización de la violencia contra las mujeres, etc. Además, existe un grave riesgo de adicción a la pornografía”. Y no solo eso: violencia, consejos de influencers sin base ni comprobación alguna, hábitos no saludables, challengers peligrosos o que fomentan el odio o la discriminación… hemos visto de todo. ¿Han de verlo niños o niñas sin capacidad para discernir aún lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto?
Promover un entorno digital seguro entre los y las niñas es una necesidad que se destaca en la hoja de ruta que presentó hace un mes el gobierno desde el Ministerio de Juventud e infancia. Realizado por un comité de 50 expertos con el objetivo de promover entornos digitales seguros para niñas, niños y adolescentes, el documento recoge 107 medidas agrupadas en 3 bloques temporales de implantación (corto, medio y largo plazo). Paralelamente, el Consejo de Ministros ya ha avanzado la aprobación del Anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de las personas menores de edad en los entornos digitales.
Defender los derechos de los más vulnerables es, ha de ser, una prioridad. Promover que los y las jóvenes se eduquen en entornos seguros es defender sus derechos y asegurarnos que la ventana por la que miran al mundo está suficientemente reforzada y bien estructurada para no dejarles caer por ella.
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